Prólogo

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Prólogo;

"Para todas las chicas que luchan

cada día contra una batalla en su interior.

Vosotras podéis solas

Porque la mujer nació para ganar esta y mil batallas más".


El susurro de la noche me hizo mirarla por primera vez. Ya no habían máscaras, ni mucho menos odio del cual ante el resplandor de las estrellas fuera capaz de sentir.

Sus ojos comunes me impactaron tanto que por un momento creí perderme en ellos. No quería hacerlo, tanto así, que no pude evitar, cuando la vi, siendo ella misma, con sus cabellos despeinados y la sonrisa espontánea casi perdida, creyendo que no sería capaz de ser amada, hacer a mis sentimientos doblegarse y caer por completo rendido a sus pies. Mis ojos no paraban de observar el iris azul de los suyos. Se les hacía imposible dejar tanta belleza amena detrás. Me enamoré tan perdidamente de ella, aún sabiendo que estaba cometiendo el mayor de los errores.

Lo mandé todo a la mierda y ni tan siquiera lo pensé. Herí mi promesa. Solté las riendas. Rompí la muralla. Y corrí tras ella. Un amor de locos versos, aquellos como los que escribía Juan Jiménez, otros como Rosalía de Castro o Emily Dickinson. Éramos un poema de la literatura, y aprendimos poco a poco a escribir nuestra propia historia.

Una vez, alguien que al igual tuvo un amor prohibido, dijo que las almas gemelas se encontrarían así fuera en esta o en la otra vida. Dijo que sólo dos locos serían capaces de prender fuego a su historia. Y ellos lo hicieron. Ellos cambiaron el destino y lo volcaron a su modo. Ellos quemaron el libro. Escribieron su propia historia, se amaron aún cuando el fuego en su alma se prendió como un incendio y no fue capaz de apagar las llamas ni en los peores momentos. Ellos ardieron, pero sobre todo vivieron. Ellos eran dos Almas Que Queman.

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