Odiando cuerpos, recuperando corazones

25 8 16
                                    

7_ "Del odio al deseo hay solo un paso,
ese demonio que tanto odias
puede ser la causa de tu perdición.

Capítulo #7
Odiando cuerpos, recuperando corazones.

Nicolás
Para algunos la muerte es paz, para otros es odio, o hay quienes para los que simplemente es guerra, mientras que de todos esos para mí solo había un vacío. Conllevar una muerte con el tiempo se va haciendo costumbre, el no verlo, el no abrazarlo, el que no esté ahí cuando tú mundo este cayendo a pedazos, eso un día tan solo se vuelve simples recuerdos que nos traen consigo a la nostalgia.

Es cierto que como dicen el precio de esta vida es disfrutarla y luego dejarla de vivir para ir a un mundo del cual desconocemos, donde ni siquiera somos capaces de imaginar si algún día habrá algo más allá de la muerte, pero ¿Quién dice que cuando esta arrasa a alguien que tanto quieres no eres capaz de hundirte en un vacío y desear solo venganza? Quién alguna vez dijo que el dolor podía sobrellevarse sin odio nunca vivió lo que yo estoy viviendo, nunca tuvo que sufrir, nunca tuvo que quedarse callado como un hijo de puta en busca de que alguien hiciera lo que tú no podías por esa persona. Quién alguna vez dijo eso nunca tuvo un amigo.

La otra historia es que muchos tenían la suerte de morir en paz, tanto recostados en una cama sin tan siquiera sentir dolor, o con su familia sufriendo el que sin querer los tenían que dejar solos. Más habían personas, si es que así se les podía llamar, que iban por el mundo caminando en zancajadas para destruir cada uno de los corazones de seres inocentes. Asesinos, susurraban algunos. Almas condenadas, susurraban otros. Pero de alguna u otra manera destructores de vidas. Verónica Lynch era uno de ellos, esa chica que alguna vez fui capaz de ver cómo alguien roto, llegó a mi vida para destruirla en tan solo un segundo.

Con esa actitud de chica segura que podía hacer caer a un mundo entero cuando tan solo tuviera una pequeña oportunidad, esa chica que no creía en nadie, esa chica que quería con intensidad pero que a la vez odiaba. Esa chica si fue un huracán.

— Ey Nico ¿Sabes si ya prendieron el Wi-Fi esta semana? — pregunta mi hermano Samuel sentándose a mi lado con la laptop entre sus manos.
— Creo que ayer. ¿Por qué? — Frunzo el ceño.

Hace una mueca.

— Mañana vienen a cobrarla.
— Tengo unos ahorros del bar, y el sábado espero cobrar, imagino que con eso nos alcance.
— No te preocupes por eso, yo también estoy trabajando en la clínica veterinaria todos los días, y aunque aún estoy de pruebas ya comencé a cobrar.

Agarro el control.

— Vale entonces.
— ¿Como llevas lo de Will? — pregunta de repente.
— Como la putada más grande de mi vida. Se fue muy rápido y aún lo necesitaba mucho.
— ¿Will se fue al cielo? — pregunta una dulce vocecita detrás de nosotros.

Me giro hacia mí hermanita Kim quien me mira apenada escondiendo sus pequeñas manitas en su espalda. Sus perfectos rizos rubios caen como una cascada por sus hombros y con pasos lentos se acerca a mí.

— Si pequeña bola de pelos, Will se fue al cielo. Pero ahora está seguro y en un lugar mejor.
— Lo extraño mucho.

Aguanto un sollozo.

— Todos lo hacemos pequeña.
— ¿Y algún día volverá a visitarme?
— No — niego — ¿Pero adivina qué?
— ¿Que? — frunce su pequeña nariz.
— Siempre estará aquí — toco la parte de su pecho donde se encuentra su corazón — Y nunca se irá.
— ¿Entonces podré hablarle cada vez que quiera robar tu cereal?

Sonrío ante las ocurrencias de la pequeña.

— Claro. Y él aunque no te responda siempre te escuchará.
— ¿Se puede?

Almas Que Queman Donde viven las historias. Descúbrelo ahora