mirada robada; gojo satoru

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El rubio hechicero miraba a través de la ventana con anhelo, su mirada fija en los delicados pero asertivos movimientos de la hechicera ante él, entrenando en la soledad del inmenso campo. Nanami era observador, notaba incluso los más pequeños detalles, aquellos que nadie más vería ni con una lupa.

Observaba la forma en la que tomabas tus armas, con un fuerte agarre, movimientos decididos. Te movías con naturalidad, perfectamente entrenada desde pequeña. Observaba la forma en la que metías dentro de tu coleta los pequeños mechones de cabello que caían ante tus movimientos, la forma en la que, de vez en cuando, admirabas el cielo lleno de estrellas por un par de segundos antes de continuar. Observaba, con profundidad, la forma en la que lo mirabas cada vez que entraba a la habitación.

Tu mirada parecía iluminarse, la curvatura de tu sonrisa se elevaba y por fin tenía la suerte de admirar tu sonrisa, llena de alegría, pura felicidad. Notaba la forma en la que tu cuerpo se erguía cada vez que él aparecía en tu radar, y claro, constantemente te la pasabas buscándolo con la mirada, esperando con emoción el momento en el que tus ojos cayeran sobre él. 

Tu momento favorito del día era cuando te rodeaba con sus brazos y recargaba su mentón en la cima de tu cabeza, aprovechando por completo la diferencia de altura. Nanami podía notarlo, por supuesto. ¿Quién más contaría todas las pequeñas curiosidades sobre tí si no él? 

Nadie más te vería de la forma tan pura en la que él lo hacía, todos podían amarte, adorarte, desearte, pero él te miraba, Nanami te notaba. Podía leerte a la perfección, podía saber qué sentías sin escuchar ni una palabra salir de tu boca. 

Y por eso, cuando él entraba, su sonrisa desaparecía. 

Gojo Satoru era el hombre más suertudo sobre la tierra, y lo sabía. Te miraba con orgullo y su mirada se posaba sobre tí de inmediato, cada vez que entraba, cuando paseaba por los pasillos. Gojo podía sentir tus brazos rodeándolo, tus labios sobre los suyos, tus suspiros sobre su cuello. 

¿Y él? Bueno, Nanami podía observar a la distancia. Anhelar.

Anhelar era lo único que hacía. 

La clase aún no comenzaba, pero tenías todo listo sobre tu escritorio, como siempre. Un cuaderno color lila, un lapicero, un lápiz y un borrador, siempre en el mismo orden, nunca de otra manera. Los acomodabas perfectamente, asegurándote de que todo objeto esté cien por ciento derecho. Eras meticulosa, ordenada. Así te gustaban las cosas. 

Gojo entró al salón, y con un simple y accidental golpe a tu escritorio deshizo tu perfecto orden. Nanami notó tu expresión oscurecerse por una milésima de segundo, antes de ser rodeada y abrazada por el gran hechicero.

Nanami sonrió. 

Quizá no podría tenerte, Gojo siempre le ganaría, siempre estaría un paso adelante de él, pero de ésta forma, podía verte sonreír. Podía ver los rayos de sol acariciar suavemente tu rostro. 

Gojo jamás tendría esta perspectiva, jamás te vería como Nanami lo hacía. 

Y eso era suficiente para él. 

La clase terminó, todos comenzaron a guardar sus cosas y los murmullos subían de volumen cada vez más, Haibara esperaba a Nanami fuera del salón, despidiéndose de todos mientras salían, caminando con lentitud y desinterés. El rubio guardaba sus cosas sin preocupación alguna, tenía poca prisa por salir del aula y entrenar. 

Sintió un par de toques en el hombro, se dio la vuelta.

"Hola, Nanami-san, aquí está el libro que me prestaste, muchas gracias," dijiste con voz aterciopelada, parecía resbalar por tu garganta como mantequilla. 

El rubio guardó completo silencio, recibiendo el libro con ambas manos y con un rostro pálido. Te inclinaste ante él, como una muestra de gratitud, y te diste la vuelta. Caminaste hacia Gojo y ambos entrelazaron sus dedos, abrazaste su brazo.

"¡Nos vemos luego, Nanamin!" dijo el albino, tomando sus lentes y agitándolos con una enorme sonrisa. 

"¡Adiós, Nanamin!" dijiste, y por primera vez, aceptó el apodo. 

Nanami sonrió con la mirada pegada a tí hasta que Gojo y tú desaparecieron de su vista. Bajó la mirada y soltó un fuerte suspiro. Uno pesado, agobiado.

Le pertenecías a Gojo y Gojo te pertenecía a tí. 

Pero todas esas miradas robadas, serían solamente de Nanami, y de nadie más. 

Y eso era suficiente para él.

jujutsu kaisen; one shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora