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Aidan:

- Hey - saludé en susurro llamando a ___ con el fin de no despertar a nadie - ¿Como estás?

- Hola - me devolvió el gesto - Bien, ¿Porque una llamada a esta hora?

Miré el reloj de pared que estaba frente a mi: Señaba las 23:37, sonreí

- Deseaba dormir bien - oí sus suspiros - Deseaba escucharte antes de soñar

Escuché una sutil risa, tan linda y sonora aunque si era casi un hilo de voz, me iluminaba el hecho de haberla hecho sonreír yo

- Pues, aquí estoy - hizo una corta pausa - Pero ahora debo ir - bostezó - Estoy cansada

- Está bien - acepté aunque si no deseaba terminar la llamada - Que tengas dulces sueños

- Sí... Tú también, Aidan - su tono emanaba cansancio incluso através de la línea - Adiós

- Adiós... - la llamada llegó a su fin - Te amo...

Me di la vuelta acomodándome en mi cama, tratando tomar una posición favorable para el sueño

Mirando lo que estaba frente a mi, mi vista cayó en un cuadro mio y de Judith, ambos teníamos diez años y su sonrisa siempre había sido radiante

- Sabes, Judith - susurré - Creo de haberme equivocado sobre algunas cosas, por ejemplo sobre las personas.

Miraba nuestra fotografía y eso me provocaba tal nostalgia de poder llegar a soltar lágrimas de melanconia

- No puedo seguir jurandote amor, o más bien, no amor de esa manera - sonreí ante mis pensamientos - Pero eras simplemente extraordinaria.
Como era posible, con una sola mente, para una mujer tenaz, destinada a una fin horrible, destinada a ser sepultada en una fría tumba frente a las rocas sin nisiquera un árbol que le otorgue sombra  ni una banca para que los familiares puedan sentarse un minuto a admirar el mar y desear algo mejor.
Como era posible, con esa misma mente, pensar a diamantes perfecto e inmortales, forjados en el vientre ardiente de la tierra, indestructibles, eternos, capaces de fundir todos los colores en una luz clara y gélida, sin perder nada?

Tomé el marco y lo acerqué a mi, para besar la mejilla de la pequeña Judith Abrams

[...]

- ¿A quien esperamos? - pregunté mientras la veía sentada sobre la roca de un parque

Podría dedicarme solamente a la piedra donde ahora ella sienta, al vaso de donde bebió a la almohada donde posó la cabeza, pero me dedico a sus ojos: brillantes como el sol de día y luminosos como la luna en tardía noche.

Le diría la verdad, que sus ojos son pura maravilla, pero no deseo decirle algo que seguramente ha escuchado millones de veces, no pretendo aturdirla con repeticiones inútiles

- Alguien - Hablaba como si tuviese un fuego en el pecho, el cual se esforzaba por reprimir - A Adán

Estuve en silencio durante tanto tiempo, que creo haya pensado que me había olvidado de su presencia, en mis ojos, probablemente, desapareció cualquier pizca de curiosidad, siendo reemplazada por otra cosa.

𝘗𝘪𝘦𝘭 𝘥𝘦 𝘝𝘪𝘥𝘳𝘪𝘰  ▍Aidan Gallagher [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora