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( asesina )
– Ese tonto era un buen amigo, ¿Por qué tuvo que pasarle?.
El pequeño cuarto se había sucumbido a un silencio que era interrumpido en pequeños ratos por los sollozos de Daesu, quien parecía ser el único que estaba descargado su dolor en un fuerte llanto al contrario de los demás. Romeesa simplemente tomó una de las sillas para arrastrarla hasta la ventana, así poder contemplar el campo lleno de infectados con los brazos recargados en el filo de la ventana y su cabeza encima de ellos.
– Yo se los dije, estaba infectado.
– Bueno, ahora estás feliz.
– Reconozcan que yo tenía la razón, no se que harían sin mi.
– Claro, tú lo hiciste, ¿no?
Namra no era tan cercana a Gyeongsu pero entendía el dolor de los demás y era empática al dolor de su prima. Paso largos minutos en silencio viendo a Romeesa con la intención de ir con ella, pero a su vez quería darle su espacio. Cuando notó el pequeño sollozo que su prima había intentado apaciguar con su mano al escucharlos hablar sobre Gyeongsu, la ira se junto en su cuerpo y encontró a cierta chica culpable de la muerte de un inocente y el dolor de su familia.
Así que no le importaría las consecuencias que traería después al culpar a la verdadera culpable de la muerte de aquel chico.
– ¿Que? – pregunto Nayeon confundida y nerviosa.
Namra se alejó de donde estaba para ir directo a Nayeon y quedar frente a ella.
– Fuiste tú, ¿no?.
– ¿Qué? ¿A qué te refieres?
– Que tú lo hiciste.
– Yo no hice nada, ustedes vieron que él se transformó.
– ¿Cómo sabes que me refiero a el?
Romeesa al escuchar aquello limpio sus lágrimas y nariz para girarse a ver a ambas chicas que estaban en medio de la habitación con todos prestando atención. Namra se veía increíblemente tranquila enfrentando a Nayeon, quien a comparación de la otra chica, se notaba más nerviosa y alterada.
«Te delatas tú misma» pensó Namra.
– No, no entiendo, ¿que insinúas ? – WooJin preguntó totalmente confundido como los demás. Si algo quería decir Namra, no la estaban entendiendo.
– El se infectó.
– Mientras todos mirábamos a Gyeongsu, tú estabas sola – la presidenta se detuvo para luego señalar el palo de madera roto y ensangrentado en una esquina de la habitación – Limpiaste la sangre con tu pañuelo.
– No, no fue así.
– Y lo frotaste en la herida de su mano – siguió sin tomar importancia a las negaciones de la chica.
