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Isabelle

Desperté el sábado por la mañana pensando en un chico rubio. A veces mi mente divagaba en clase y se sumía en un letárgico limbo entre sueño y vigilia, y de repente, ahí estaba él, esbozando una simpática y pequeña sonrisa, no necesitaba ver toda su dentadura para saber que estaba feliz de verme. Y, cuando Jamie se percataba de mi extraño estado de hipnosis o trance, ella me zarandeaba el hombro y me traía de vuelta al mundo real. Ahora, semanas después de iniciar un plan con el objetivo de llamar la atención de su hermano, era él en quien pensaba ¿por qué las cosas tienen que ser así?

En esa fría mañana de octubre hubiese preferido quedarme en cama y dormir, si acaso ver alguna película, sin dejar la seguridad y calor de mi casa, pero la función debía continuar. Después de que Thadd Ferguson nos abordara a Fallon y a mí, confirmando nuestra asistencia a su fiesta, no he hecho nada más que convencerlo de que todo estaba bajo control, sin embargo, todas esas palabras de aliento que le doy son las que yo necesito escuchar para motivarme y continuar con este embrollo. Philip todavía no ha sido eliminado por completo de mi organismo y ahora Fallon ha empezado a hacer una intrusiva aparición que me tomó desprevenida. Aunque ya sé lo que mi mejor amiga diría "¿Qué esperabas Izzie? Pasas mucho tiempo con él, es atento, inteligente, y hasta yo admito que ese nuevo look le favorece".

La decisión más sensata sería dejar todo atrás y ser feliz con Fallon, sin ataduras ni complicaciones, pero ambos nos planteamos un reto y somos demasiado testarudos para abortar la misión a estas alturas. Además, no estoy del todo segura de que mi amigo y compañero de batalla quiera lo mismo que yo. Últimamente he intentado hacer avances con él o buscar pistas en su rostro o su cuerpo, observando detenidamente cómo reacciona cuando la distancia entre nosotros es bastante limitada o si demuestra algún atisbo de nervios cuando lo miro fijamente a los ojos. Si él tuviera los ojos de un tono más claro, sabría la reacción inmediata de su pupila, pero la oscuridad de su iris era un escudo contra mi intriga y fisgoneo. Supongo que eso también es un punto a mi favor, ya que él tampoco puede percibir la reacción de mis pupilas, aunque si quisiera, tendría un obstáculo frente a él, así que es un arma de doble filo: te mantiene oculto cuando así lo quieres, pero no se distinguen si esa es la intención.

La vibración del celular, al indicar que había recibido un mensaje, me sobresaltó. Estaba tan concentrada pensando en qué tan trágico o ventajoso era tener ojos oscuros que ese detalle tan banal y mundano, como lo es escuchar un celular, causó una pequeña conmoción.

Jamie: ¿Ya estás despierta o tengo que llamarte?

Isabelle: ¡Casi me matas del susto!

Jamie: Perdona, Iz. La próxima vez te contacto astralmente, a través del mundo de los sueños, para avisarte que voy a enviarte un mensaje.

Isabelle: No es necesario. Es que no esperaba tu mensaje. Ningún mensaje, en realidad.

Jamie: Ahora que lo pienso, todo te sorprende últimamente. Los sonidos, las personas ¿estás bien? Si quieres hablar de algo...

Isabelle: Jay, estoy bien. Hace poco desperté y estoy algo desubicada todavía.

Jamie: Si no tienes ningún problema, entonces nos vemos en Wonder Plaza a las 10.

***

La clase de spinning de mi mamá la dictaban en Wonder Plaza, al igual que la de Leslie, así que yo me fui con ella en el auto al centro comercial y a mis dos vecinos su mamá les dio un aventón también. Llegamos casi al mismo tiempo y nuestras mamás se veían relajadas y emocionadas por empezar a hacer ejercicio, en contraste con nosotros, los cuales parecíamos estar cargando con el cansancio existencial de todas las personas del planeta. El rostro de Philip estaba decorado con unas prominentes bolsas hinchadas bajo los ojos, pero al menos éstas no tenían ningún color, como las notorias ojeras de un tono morado que poseía Fallon. Yo no tenía bolsas ni ojeras bajo los ojos, solo caminaba dando tumbos, tropezándome con mis propios pies.

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