Isabelle
Me parece una pesada y específicamente cruel broma del universo y de la existencia misma que me enterara de mi embarazo a finales de invierno, a unas pocas semanas de iniciar la primavera. Me estaba recibiendo con un nuevo tipo de vida, no solo con hojas y bonitas y coloridas flores, cuyo polen ocasionaba tantas alergias. Aunque sabía que este evento iba a cambiar mi vida para siempre, todavía no había reunido el valor suficiente para contarle a mamá. No tenía dudas que iba a emocionarle ser abuela, pero no en este preciso momento de mi vida.
Para empeorar la situación, Leslie Fairbanks y Liam Foley nos habían invitado cordialmente a una reunión familiar en honor a la visita de Caia y su esposo, Jacian Jowett, ya que, según ellos, nosotros también éramos miembros de la familia, y vaya que no sabían lo acertada que era esa afirmación. Lo último que quería era pasar la tarde y noche de sábado en la casa de mis vecinos, con un secreto tan grande carcomiendo la poca estabilidad restante en mi interior.
Le escribí a Jamie para avisarle que el plan de ir a su casa a ser miserables juntas quedaba cancelado, por el imprevisto cambio de agenda que me comunicó mamá. Mi mejor amiga estaba igual o incluso más nerviosa que yo al ser la única persona en saber de la criatura creciendo en mi vientre. Ella me recomendó buscar un momento tranquilo e íntimo con mi mamá, sin distracciones ni interrupciones, en el cual pudiera "abrir mi corazón". No puedo creer que ella usara esas palabras, pero de todas formas ella iba a ser tía ahora y eso la estaba suavizando de una manera que nunca esperé ver.
Después de que cesaran los mensajes de texto, mi mente empezó a dar vueltas sobre el asunto. Tenía que ir al ginecólogo y eventualmente me diría el sexo del bebé, también estaban los incontables controles, las ecografías, exámenes de sangre, la medicación para que el bebé no me deje como una rama seca y opáca, la alimentación saludable y balanceada, y el dinero necesario para darle una vida decente. Esto último era lo que más me preocupaba, durante este año escolar no había trabajado en el restaurante familiar porque mamá insistió en que me enfocara en la escuela y no quería darme más presión y estrés del que podía manejar, ella no deseaba que terminara en un hospital psiquiátrico al tener una crisis de ansiedad, pero creo que la tendré ahora en este estado.
Era imperativo encontrar una forma de balancear mi pronta vida de embarazada, universitaria y trabajadora, sin morir en el intento. Aunque primero debía escoger el vestuario para la cena con los Fairbanks-Foley.
Fairbanks o Foley ¿cuál de los dos será el padre del bebé? Si después de unos cuantos meses de nacido, el bebé tenía cabello oscuro, eso no significaba nada, tanto mamá como papá tenían el cabello oscuro, castaño oscuro y negro respectivamente. Sin embargo, desconocía la apariencia del padre biológico de Philip o de la madre biológica de Fallon, ninguno de los dos hablaba de eso y en su casa tampoco había fotos, ni siquiera en los álbumes familiares, es como si se los hubiera tragado la tierra.
Nada que una prueba de paternidad no pueda resolver, y sin importar cual fuera el resultado, estoy apenada y aterrada por el padre de mi bebé. Es una responsabilidad que cualquiera no está dispuesto a asumir y una parte de mi, aquella esperanzadora y positiva sección de mi cerebro, ansía que quien sea el padre me apoye y que, en especial, no me abandone.
***— ¿Crees que Leslie note que es un pie comprado y no hecho a mano, con esfuerzo, dedicación y amor? —me preguntó mamá al sacar de la caja un pie de cerezas que olía delicioso y tenía una apariencia increíblemente apetitosa.
— A Leslie no le importaría así llevaramos una bolsa gigante de ositos de goma, no te preocupes —le respondí mientras mi sentido de la vista y el olfato se sobrefijaban en el postre.
— Veo que estás a punto de meter tu cabeza en el pie, espero que los demás reaccionen igual —mamá rió y yo me ruboricé, de verdad tenía un hambre voraz.
— Vámonos antes de que te deje sin postre —me limité a decir, dirigiéndome a la puerta.
Liam nos recibió con una acogedora bienvenida segundos después que tocamos la puerta. Sus gafas redondas, como de costumbre, se le resbalaban hacia la punta de la nariz, y su cabello rubio cenizo estaba opaco aquella tarde y por primera vez noté unos cuantos cabellos plateados en los laterales, más la parte superior estaba peinada hacia atrás y conservaba un color uniforme.
— ¡Fantástico, doble postre! —dijo Liam con entusiasmo, tomando el pie de cerezas de las manos de mamá.
— ¿Doble? —cuestionó mi mamá en un leve tono inseguro.
— Leslie, cariño ¿cierto que preparaste tus deliciosos brownies veteados? —llamó Liam a Leslie, que se encontraba en la cocina, dándole los toques finales a la cena.
— Brownie veteado con blondie o blondie veteado con brownie, como prefieran catalogarlo —explicó Leslie en voz alta.
— Por favor no hablen de postres, Izzie ya tiene hambre —mamá puso su brazo sobre mis hombros y me estrujo, lo cual me dejó algo apenada.
— Me alegra que tengas hambre, Izzie —dijo Leslie con dulzura—, no te decepcionará la cena.
— ¿Y Caia? —cambié rápidamente de tema—. Siento que hace siglos no sé nada de ella.
— En su habitación, puedes subir si quieres —me indicó Liam—. Jacian está haciendo unas compras de último minuto, así que es toda tuya hasta que él regrese.
— Gracias —me separé del brazo de mamá y subí las escaleras hacia la habitación de la mayor de los Fairbanks-Foley.
Toqué la puerta varias veces y ni siquiera escuché las pisadas de Caia cuando el pomo ya se estaba moviendo y de repente apareció una joven mujer con el cabello rojo naranja. Creo que las pocas veces que Caia había estado de visita durante sus vacaciones de universidad yo me encontraba haciendo tareas, fuera de casa con mamá o mis amigas, o en el restaurante en los años más recientes porque hace mucho tiempo no la veía y estaba irreconocible. De adolescente había sido "flacucha", así la describía todo el mundo, de manos y pies grandes, con brazos huesudos y piernas largas y delgadas. Ahora la mujer frente a mí tenía unas prominentes caderas, no como las de su mamá, pero significativamente más anchas de lo que recordaba, y como siempre, sus grandes ojos azul oscuro (igual a los de Leslie y Philip) se mantenían alertas y expectantes, y su cabello permanecía con esas ondas al final de las puntas que nunca descifré como era físicamente posible que existieran.
— Si continúas mirándome así voy a pensar que tienes las mismas intenciones conmigo que siempre has demostrado con mi hermano, Isabelle —dijo la pelirroja con picardía.
— Lo siento, no quería...—ya estaba muy avergonzada como para terminar de disculparme cuando Caia soltó una carcajada.
— Isabelle, Isabelle —ella era la única que nunca me llamó por mi sobrenombre, no sabía el porqué, pero nunca me molestó que lo hiciera—, eras más divertida de niña. No quería incomodarte, pero, ya sabes, siempre puedes decirme que luzco fabulosa en lugar de quedarte babeando contra el marco de la puerta. Entra de una vez.
» Has crecido mucho, por cierto, tú también luces fabulosa, pero eso ya debes saberlo, en tu casa hay espejos.
Asentí y le dediqué una sonrisa tímida como gesto de agradecimiento.
Su cuarto seguía igual, con los posters de sus bandas favoritas de la adolescencia pegados contra la pared fucsia. Una guitarra acústica descansaba fuera de su estuche, sobre la cama, y el piso estaba lleno de partituras.
— ¿Trabajando en tus vacaciones? —inquirí.
— El arte nunca descansa, eso y que debo tener esta canción lista para la próxima semana, es para una película que saldrá el próximo año si todo sale bien.
Era impresionante el hecho de que siendo tan joven, Caia ya estuviese teniendo éxito como cantautora, hace poco se había graduado de la universidad y ya trabajaba con un importante estudio de películas.
— ¿Me gustará la película? —pregunté con curiosidad.
— No lo sé, Isabelle ¿sigues siendo una romántica empedernida?
— Hasta la muerte.
— Entonces sí —Caia sonrió y apartó la guitarra de su lado, despejando la zona para que yo pudiera sentarme en la cama.
— Romántica empedernida —repliqué en un tono agudo—, mira quien lo dice, estás casada con Jacian Jowett, te ha gustado desde los 12 años.
— Sí, fue un proceso largo y duro que requirió de mucha paciencia —Caia continuaba con un semblante tranquilo y yo, por alguna razón, me sentía enfadada con su esposo y ella—. No digo que no te pueda ocurrir a ti, pero por esa cara veo que las cosas no andan bien con Philip.
— Que importa Philip, a veces la vida es así, injusta y cruel —pasé del enojo a tener lástima de mí misma.
— Vaya que has cambiado ¿qué pasó con los arcoiris y los unicornios? —la pelirroja mostraba un genuino interés en los últimos cinco años de mi vida y al parecer ninguno de sus hermanos le habían compartido nada de lo que ocurrió en estos meses.
— Ya sabes, adolescencia, hormonas, todo lo lindo y tierno desaparece apenas llegas a tu treceavo año de vida —bromeé.
— Por supuesto —ella rió—. Admito que a mis veinticuatro años de edad, no extraño tener entre trece y diecinueve años.
— ¿Por qué? —no entendía por qué alguien como ella podría considerar algo así, siempre la veía divertirse con sus amigas y con Jacian.
— Es como estar en medio de un bosque oscuro sin linterna, tropiezas con las ramas y raíces de los árboles y a veces ni siquiera sabes por qué estás ahí o qué te golpeó —dijo con seriedad—. Tiempo después encuentras con qué hacer una antorcha y te vas abriendo paso por el tenebroso bosque hasta que encuentras un sitio cómodo dónde descansar.
— ¿Qué pasa si te encuentras con un monstruo?
— Pueden ocurrir dos escenarios —explicó—. Dejas que apague tu antorcha y por ende mueras de hipotermia o lo incendias con dicha antorcha.
— ¿Y qué pasa después? —lo que tenía planeado como una simple visita cordial se estaba convirtiendo en una clase magistral de análisis filosófico— ¿El monstruo se convierte en cenizas o en un arcoiris?
— Supongo que depende de ti, Isabelle —la pelirroja volvió a sonreír, supongo que le había gustado mi pregunta.
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Triplex
JugendliteraturIsabelle Guerra ha mantenido oculto su amor por Philip desde que eran niños, pero tras llegar a su último año de instituto decide que es momento de que él lo sepa, pero las cosas no pasan como ella lo espera, así que con ayuda de su amigo Fallon ide...