26.Para bien

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Debía pensar con la cabeza. ¡Con la de arriba!

Su papá estaba abajo, por una mierda.

No ayudaba en nada tener a Felix queriendo aspirarle hasta el alma. No se quejaba, no lo malentiendan; Sin embargo, tener al chico que le gusta besando tan exquisitamente sus belfos mientras aniquila sus mechones con sus puños despierta en él, ciertas cosas.

No olvidemos sus condiciones por favor, tenía solo la fina tela de la toalla cubriendo su—no quería presumir—gran anatomía. Y para colmar más la situación ¡La toalla parecía querer desatarse!

Dos toques en la puerta lo trajeron de vuelta.

—Chicos, no quiero interrumpir su eh... conversación, pero creo que deberían bajar — Se oyó la voz del Hwang mayor detrás de la puerta.

—¡Ahí bajamos suegrito! — respondió el porrista.

Okey. ¿Qué mierda?!

—¡Los espero, Lix! — oyó el grito de su padre desde las escaleras.

Miró al chico debajo suyo y no sabía si llorar, sonreír o infartarse. Talvez podía hacer los tres.

La mirada que tenía el chico frente suyo era simplemente etérea. No había palabra en este mundo que definiera la manera en que los orbes contrarios brillaban cual estrellitas y profundos cual brillante galaxia. Simplemente no podía no enamorarse de él.

Que Felix corresponda sus sentimientos no logró más que hacer latir su dañado corazón mientras era atrapado y acogido, para luego arroparlo mientras le susurraba que todo iba a estar bien.

Y él lo sabía.

Algo le decía que las cosas iban, por fin, para bien.

             «────── « ⋅ʚ♡ɞ⋅ » ──────»

— ¿Tú madre sabes que estás aquí? — preguntó preocupado el señor Hwang.

— Sip. En la mañana me llamó y gracias por el desayuno, suegrito. — contestó feliz el invitado en la casa Hwang.

¿Y Hyunjin?

Mirando descolocado a su padre y a Felix comer tan amenamente cuando ayer parecían querer arrancarse la cabeza.

— ¿Qué sucedió ayer? — Ya está. Lo dijo.

Las miradas de las dos personas junto a él se clavaron inmediatamente en él, se miraron entre ellos como sopesando si hablar o no. De puta madre, uno se desmaya y vino la reina Isabel de visita. ¿Qué cosa tan importante tuvo que haber sucedido?

— Si no me dicen me voy a enojar mucho con ustedes dos— los observó acusador.

Su padre suspiró.

— Cuando te desmayaste, nosotros... hablamos.

—¿De? —Inquirió.

—¿Realmente quieres saber? —atacó.

Felix dejó la cuchara en el plato estrepitosamente, haciéndola sonar.

— Tiempo, tiempo, tiempo. Ustedes están loquitos si creen que van a pelar conmigo aquí, terminemos de desayunar—Hyunjin quiso objetar— Apapáp. Silenció y a comer dije, luego nos sentaremos a hablar.

—Sí, Lix. —dijeron al unísono ambos Hwang.

Ja. Dominados.

Felix rió en sus adentros al ver a padre e hijo comer como si de niños regañados se tratase. No estaba lejos de ser así en realidad.

Se levantó y lavó su plato. Gran invitado, así es, Lee Felix. Oyó la silla ser tirada para atrás y visualizó a Hyunjin al lado suyo dejando el plato en el fregadero. Levantó una ceja en su dirección y el otro avergonzado se acercó al lavabo a lavar su traste sucio. Vio a su suegro observando desde el marco de la cocina e imitando a su hijo también lavaba su traste, temiendo ser regañado.

Dios, ¿cómo vivían estos simios?

Negó y se dirigió al sillón del salón con ambos Hwang siguiéndole. Más no logró tragarse la enorme sonrisa que se plantó al oír al mayor.

—Deja de mirarle el trasero. —Oyó decir a su suegro.

—Tiene algo ahí— había respondido Hyunjin.

Dong-sun frunció el ceño, no había nada ahí. —¿Qué cosa?

Dios, ¿enserio estaban hablando sobre su trasero?

—Mi mirada.

Felix rompió en risas.

Se sentó en el sofá largo, permitiéndole a los familiares tomar los que quedaban frente a frente.

— Hablen, yo estaré de mediador. — dijo mientras se acomodaba de largo en el cómodo sofá.

Dong-sun encarnó una ceja. —¿No tienes casa?

Felix rió. —Si no quiere traumatizarme de por vida, no me hará regresar ahí. — puso una mueca de asco al imaginar a sus mamás.

Hyunjin se incorporó en el sofá, mirando directamente a su padre.

—Bueno... Hablen.

Hwang mayor suspiró.

—Hay cosas que no te he contado hijo...

Felix se acomodó mejor en el sofá.

—Adelante papá, te escucho.

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—Ya ya, shh, ya pasó, mi vida.

Hyunjin hipaba en el pecho de su padre, lagrimas secas adornando sus mejillas y mucosidad escapando de sus fosas nasales.

—Toma.

Felix le ofreció el décimo cuarto pañuelo desde que inició la conversación. El chico lo recibió para volver a sonar su nariz.

La conversación empezó tranquila, pero como obviamente todos sabíamos que había temas muy delicados para el rubio—temas que ahora pasaban a un segundo plano por haberlos platicado y compartido opiniones respecto a ellos—. Claramente Hyunjin reaccionó mal, pero Felix se ocupó de mediar a que las cosas no pasaran a mayores y pues resumiendo, ahora ambos Hwang se encontraban en un abrazo de oso, ambos sorbiendo sus moquitos mientras sollozaban bajito.

Hyunjin se sentía muy débil justo ahora, enterarse que tú mamá no te abandonó realmente era merecedor de un buen shoock. Nada de eso justificaba el mal trato de su padre hacia él, estaba consciente de eso. Sin embargo, la mejor decisión justo ahora era sanar. No quería más resentimientos, no quería más guerras, ni más apariencias y mucho menos más dolor. Solo quería amar y ser amado. Y para eso debe sanar.

¿Cómo poder amar a alguien sin amarse a sí mismo?

Miró por sobre el cuello de su padre. Felix, hermoso como los primeros rayos del sol en la mañana; amable y generoso como los superhéroes de los comics; honesto y justo como los valientes guerreros que salían a luchar por la justicia. Sonrió en cuanto conectaron miradas.

Gracias, darling. 





































𝖲𝖺𝗅𝗍𝖺 𝗌𝗈𝖻𝗋𝖾 𝗆𝗂 ʰʸᵘⁿˡⁱˣDonde viven las historias. Descúbrelo ahora