Capítulo 4

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Doce días más tarde se casaban en Bi­llings. Camila se hallaba exhausta el día de la boda, que se llevó a cabo en la sala del juez. Desde la llamada de Lauren cada noche había dormido unas pocas horas, porque había necesitado mucho tiempo para guardar toda una vida de pertenencias, elegir y descartar cosas. También se había hecho el análisis médico y le había trans­mitido los resultados a Lauren, y no le sor­prendió recibir al día siguiente por correo expreso la analítica de ella.

Había enviado al rancho numerosas ca­jas con libros, álbumes, cintas, CDs, el equipo estéreo y la ropa de invierno, pre­guntándose qué diría Lauren al ver que su hogar era invadido por la parafernalia de una desconocida. Pero las veces que habló por teléfono con ella, no se lo había mencio­nado. Antes de darse cuenta, Camila vol­vió a volar a Billings, pero en esa ocasión para no regresar. Lauren no la besó cuando fue a recibirla al aeropuerto, y eso la alegró. Estaba can­sada y nerviosa y comenzaba a experi­mentar las primeras dudas. Por la expre­sión de la cara de ella, cuando empezara a besarla otra vez, no tenía intención de pa­rar, y Camila no se hallaba preparada para eso. Pero el corazón le dio un vuelco al verla, reafirmándole que hacía lo co­rrecto.

Pensaba quedarse en un motel en Bi­llings durante los cinco días que faltaban para la boda; Lauren la miró ceñuda cuando le contó sus planes.

-No tiene sentido pagar un motel cuando puedes estar en el rancho.

-Sí que lo tiene. Primero, casi toda mi ropa de Nueva York aquí no me sirve y permanecerá en las maletas. He de com­prarme prendas para Montana: vaqueros, botas y cosas por el estilo. No tiene sentido realizar un viaje adicional más adelante para comprarlas cuando ya estoy aquí. Además, ahora no pienso quedarme sola contigo, y tú sabes la causa.

Le ciñó la cintura con las manos y la pegó a ella. Entrecerró los ojos.

-Porque te tendría debajo de mí apenas entrar en la casa.

-Sí. No estoy lista para iniciar esa parte de nuestra relación. Me encuentro cansada, nerviosa y realmente no nos conocemos tan bien...

-Nos vamos a casar en cinco días. No vamos a conocernos mucho mejor enton­ces, pero no planeo pasar la noche de bo­das sola.

-No lo harás -susurró Camila.

-¿De modo que una de las condiciones para llevarte a la cama es ponerte primero un anillo en el dedo? -su voz adquirió un tono áspero.

Estaba enfadado y ella no quería que lo estuviera; solo quería que lo entendiera.

-Eso no es todo. Si la boda se celebrara dentro de dos meses, estoy segura de que no­sotros... haríamos el amor antes de la cere­monia, pero no será así. Solo te pido un poco de tiempo para descansar y recuperarme.

Lauren la estudió y notó las ojeras y la pali­dez de su piel. Había desarraigado toda su vida en una semana y la tensión emocional debía ser tan agotadora como el trabajo fí­sico.

-Entonces duerme -dijo con voz pro­funda-. Descansa mucho, cariño. Lo nece­sitarás. Puedo esperar cinco días... a duras penas.

Ella durmió, pero la tensión emocional seguía pasándole factura. Iba a casarse; se dijo que era natural estar nerviosa.

Cuando firmaron el acuerdo prenupcial en el bufete del abogado, fue otro día de tensión. Lauren estaba de malhumor al pasar a recogerla por el motel, de modo que rea­lizaron el trayecto en silencio. Camila no consideró que fuera un buen augurio para su matrimonio.

El acuerdo era breve y de fácil compren­sión. En caso de divorcio, ambos mante­nían las propiedades y bienes que tenían con anterioridad al matrimonio, y Camila renunció a todos los derechos a pensión en cualquiera de sus formas. Sin embargo, se opuso a la condición de que ella retenía la custodia de algún hijo que pudieran tener de su unión.

UN LUGAR EN EL CORAZÓN | CAMREN G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora