20. A love story end.

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Final de una historia de amor.
Parte 2. Tiempo.

Un auto detrás nuestro tocó la bocina. Diego desprendió la mirada de mi para terminar de estacionarse. Y yo no sabía que responder.

Quiero ser sincera, conmigo y con él. No quiero responder que si, pero al final no sea cierto. Pero sé que la respuesta no es que no. ¿Le quiero del modo que él quiere saber? No lo sé. Realmente no lo sé. Y necesito tiempo. No quiero responder por emoción, cosa del momento, y que al final me de cuenta de que no siento eso por él.

El auto se detuvo. Ya estábamos estacionados. Él miró sus manos, que aún sostenían el volante, esperando mi respuesta.

-No lo sé. Necesito tiempo para pensarlo. Para estar segura y no mentirte.

-Tiempo.

Era obvio en este punto que el ambiente no estaba de ánimos para continuar las preguntas, así que me di por terminado el juego.

Considerando que tú lo comenzaste...

Salió del auto, y yo también lo hice para ahorrarle el acto de abrirme la puerta. Me acerqué a su lado. mientras caminaba en dirección al centro. Él permanecía en silencio. Su mirada era, desconcertante. No sabía que hacer, así que tomé su mano, y entrelacé sus dedos con los míos. Al principio no respondió a mi agarre, pero después me dio un fuerte apretón.

-Es un lugar bastante grande. Nunca había entrado aquí. ¿A dónde iremos primero?

-Iremos a la recepción, para que nos den una lista de las áreas y luego visitaremos cada una de las facultades. Hoy están presentando exposiciones de cada uno.

No fue sino hasta ese momento que observé a mi alrededor y me di cuenta de la gran cantidad de gente que había en los alrededores. Y dentro, en la recepción, había una larga fila de personas esperando ser atendidas.

-Bueno, al parecer esto se va a tardar un poco. Demos una vuelta por los alrededores mientras tanto. Quiero buscar la cafetería.

-¿Tienes hambre?

-Tengo un agujero negro en el estómago -rió ante su comentario, y yo lo hice con él-.

Pero como la bida no es tan vella. Me di cuenta cuando me tropecé y casi me como el piso.

Amy, arruinando momentos desde 1998.

Hoy no estoy para tus comentarios, Miranda. Por lo menos logré agarrarme de Diego a tiempo, porque si no, realmente me habría comido tres kilos de cemento.

-¿Estás bien?

-Al parecer si. Es que soy muy torpe, me suelen pasar estas cosas. Oh, mira la cafetería allí.

Cambiar de tema nivel ninja.

Corrimos como niños hasta allí, pero la cafetería tampoco parecía una buena idea. Mucha gente. Demasiada. ¿Qué jóder? ¿Es que todos se planificaron para acumularse en puntos estratégicos?

Seh, lo hicieron. Odialos a todos y desea que la comida se acabe.

No importa, tengo una opción.

- Tengo unas galletas. No es mucho pero te ayudará hasta más tarde.

Saqué de mi pequeño bolso las galletas y abrí el paquete.

-Ahora, abre la boca. Aaaaah.

Tomé una de las galletas y se la entré en la boca.

-¡Buen chico! -le dije alborotandole el cabello, que ya necesitaba un corte-.

Aquí no existe principe azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora