CAPÍTULO 26

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La mañana había llegado a su fin y el mediodía empezaba a dar sus primeros cimientos al bello albor del sol en su punto más alto. Itadori caminaba despreocupado junto a un muy cabizbajo Fushiguro por los pasajes más rústicos de la región este de la ciudad, Higuruma los seguía de cerca con la mirada escocida.

—¡Mira, Fushiguro!— llamó el pelirrosa, entusiasmado— ¡Son las flores que tanto le mencionabas a Kugisaki! ¡Rosas azules!

Megumi parpadeó y siguió la vista de su amigo. Sus ojos se asentaron en un puesto floral que estaba repleto de coloridas azaleas, pequeñas dalias, alegres margaritas, púrpuras orquídeas, elegantes tulipanes y las peculiares rosas azules que brotaban únicamente en la región norte de la ciudad en la cual se había criado. Sonrió de lado por la añoranza que le provocó mirarlas de cerca una vez más.

—Yuuji, ¿es que acaso es la primera vez que tus ojos se topan con una rosa?— preguntó un muy frustrado Higuruma, palpándose el puente de la nariz.

El ojimarrón esbozó una sonrisa.

—No, Hiromin, no es la primera vez— negó con la cabeza, provocando que Hiromi arrugara la nariz por el tan nostálgico sobrenombre— Pero me siguen maravillando, no importa cuántas veces las contemple— se volteó hacia su amigo y le palmeó el hombro— Las rosas azules son muy distintivas, sólo florecen en la zona norte. Además, son las favoritas de Fushiguro, eso las hace aún más características.

Megumi ablandó su expresión y hendió su sonrisa. Itadori resultóba ser un muy buen animador cuando la situación lo ameritaba.

—Gracias, Itadori. Pero no tienes por qué ser tan amable conmigo, en realidad, no merezco tus agradables palabras, no cuando he sido yo el culpable de tu estado actual— bajó la cabeza y metió las manos en sus bolsillos.

Higuruma arqueó una ceja y se volteó ligeramente hacia el chiquillo de cabellos rosáceos.

Yuuji se carcajeó.

—Fushiguro— tarareó, rodeándolo por los hombros— Deja de ser tan duro contigo, no ha sido tu culpa. Además, eso quedó en el pasado.

—Pero...

—Sí, sí, no tienes por qué seguir disculpándote— aseguró, contento— Ya hablamos al respecto, ¿no?

El azabache no respondió y asintió, aún desanimado.

—Niños, no se alejen. Si Nanami descubre que los perdí, probablemente acabe por castrarme— se posicionó en el medio de los más bajos y los tomó por los hombros— No te sientas mal, Fushiguro— alentó— Yuuji tiene razón, eso quedó en el pasado, ahora concéntrate únicamente en mirar hacia el futuro.

Megumi suspiró.

—No creo que tampoco nos aguarde un futuro plácido, Higuruma-san— se despegó del agarre del mayor y chasqueó la lengua— Gojo-san está amonestado, no pienso que lo liberen tan fácilmente. Estoy seguro que nunca más lo volveré a ver; él ya no regresará para buscarme.

El azabache rodó los ojos.

—Joder, eres más negativo que Nanami cuando tenía tu edad— chistó, sonriendo ante el recuerdo de un joven Kento muy sombrío— Chico, déjame decirte algo— Megumi le miró y Hiromi hizo lo mismo— Quien en realidad te ama y te quiere en su vida, nunca se va. No importa qué tan lejos esté, esa persona siempre se mantendrá junto a ti— esbozó una media sonrisa y se volteó hacia ambos muchachos— Me lo dijo mi madre, así que no crean que fui tan carismático como para ejemplificarlo por mi cuenta. No soy tan buena persona.

Yuuji rio y el ojiazul recuperó el brillo de sus ojos.

—No dejes que la ansiedad te consuma, repensar mucho las cosas es peor que envejecer cuando eres consciente de ello— continuó— Por demás, actualmente el señor Gojo la está pasando muy bien junto a mi estudiante. Así que no te preocupes. Geto me dijo que ha de estar lagrimeando de la felicidad... o ¿era al revés?— se encogió de hombros y pasó de largo— ¡Bueno, no importa!— juntó las manos y giró sobre sus pies— Es hora de almorzar, elijan lo que quieran comer, yo invito. Aprovechen que el trabajo temporal de niñera me ha puesto de buen humor.

Mi Arrogancia Es Tu Recelo (GoNana/NanaGo) [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora