20.¿Dumbledore?

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No había forma de guiar al dragón, porque éste no veía adonde se dirigía; además, estaba convencida de que no podríamos seguir agarrados a su ancho lomo si el animal daba un viraje brusco o se giraba en el aire. Nos elevábamos cada vez más y Londres se extendía a mis pies como un gran mapa gris y verde. Agachada sobre el cuello del dragón, cuyas alas se agitaban como aspas de molino, me aferraba con firmeza a las escamas de textura metálica, al mismo tiempo que el frío viento me aliviaba el dolor de las quemaduras y las ampollas.
Pasados unos cinco minutos, fui perdiendo el miedo a que el dragón nos arrojara del lomo, porque daba la impresión de que lo único que le importaba era alejarse cuanto pudiera se su prisión subterránea. Desconocía cuánto rato íbamos a volar, ya que el dragón apenas veía, miraba constantemente hacia abajo temiendo el momento en que volviera a notar pinchazos en la cicatriz...

Ron:¿Me lo estoy imaginando -gritó Ron tras un rato de silencio- o estamos descendiendo?

Entorné los ojos y vi montañas verde oscuro y lagos cobrizos a la luz del ocaso. El paisaje se vislumbraba más amplio y más detallado.
En efecto, el dragón cada vez volaba más bajo, describiendo una amplia espiral y encaminándose, al parecer, hacia uno de los lagos más pequeños.

Harry:¡Saltemos cuando haya descendido lo suficiente! -propuso-. ¡Lancémonos al agua antes de que nos descubra!

Asentimos (Hermione con un hilo de voz). Veía la panza del dragón, enorme y amarillenta, reflejada en la superficie del agua.

Harry:¡¡Ahora!!

Resbalé por la ijada y caí en picado, saltando de pie al lago, sin imaginar que la caída sería tan brusca: golpeé el agua violentamente y me sumergí como una piedra. Pataleé hacia la superficie y emergí jadeando; enseguida vi unas amplias ondas concéntricas que partían de los sitios donde habían caído Ron, Hermione y Harry. El dragón estaba a bastante distancia, hasta que desapareció entre las montañas. Cuando Harry, Ron y Hermione emergieron a la superficie resoplando y boqueando, nadamos hacia la orilla. El lago no parecía muy profundo, y al poco rato, nos desplomamos empapados, jadeando y agotados, sobre la resbaladiza hierba.

Hermione se dejó caer entre toses y estremecimientos. Habría podido tumbarme y dormirme en el acto, pero me puse en pie, saqué la varita y me dispuse a hacer los habituales hechizos protectores alrededor.
Cuando hube terminado, me reuní con mis amigos y me detuve a observarlos por primera vez desde que escapamos de la cámara de Gringotts. Los tres tenían grandes quemaduras rojas en el rostro y los brazos, la ropa chamuscada, y hacían muecas de dolor mientras se aplicaban esencia de díctamo en las numerosas heridas. Hermione me pasó el frasco, y luego sacó cuatro botellas de zumo de calabaza que se había llevado del Refugio, así como túnicas secas y limpias para todos. De manera que nos cambiamos y bebimos zumo con avidez.

Ron:Veamos -dijo Ron al cabo de un rato, mientras miraba cómo volvía a crecerle la piel de las manos-, la buena noticia es que tenemos el Horrocrux. Y la mala...

Yo:...es que hemos perdido la espada -concluí apretando los dientes al mismo tiempo que vertía unas gotas de díctamo, por un agujero de mis jean, en una quemadura que tenía en la pierna.

Harry:Exacto, hemos perdido la espada. Ese maldito traidor...

Saqué el Horrocrux del bolsillo de la empapada chaqueta que acababa de quitarme y lo puse sobre la hierba. La copa destellaba al sol, y la contemplamos un rato en silencio mientras bebíamos el zumo.

Ron:Al menos, esta vez no lo llevaremos encima. Quedaría un poco raro que nos paseáramos por ahí con una copa colgando del cuello -comentó y se secó los labios con el dorso de la mano.

Hermione miró hacia las montañas por donde desapareció el dragón.

Hermione:¿Qué creen que le pasará? ¿Sabrá valerse por sí mismo?

La hermana de Harry Potter 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora