Capítulo 18

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Sin palabras.

Eso me definia bastante bien.

El rubor que tenía en las mejillas decidió expandirse por el resto de mi cara, mis piernas terminaron de convertirse en dos picadientes débiles que se negaban a resistir, mis manos fácilmente podían regar un jardín de lo mucho que estaba sudando, y mi boca por el contrario, se reseco.

—¿Me dejas? —pregunto, y lo mire, lo mire muy atenta.

Sus ojos en cambio, no se enfocaban en algún lugar especifico, sus mejillas se notaban rojas, y sus labios rosados, húmedos después de que los relamiera.

Me quedé mucho tiempo callada, así que Eros se alejo, y se reincorporó en el asiento.

—Disculpa si te moleste —hizo una pausa, junto sus manos, y y pie comenzó a moverse rápido, nervioso—. No creo que el silencio de tu parte sea un sí.

—Sí puedes...

Eros me miró, directo a los ojos, y ahí se mantuvo.

Se veía sorprendido, sus ojos se abrieron, y eran expectantes. Su boca se abrió, iba a decir algo, pero no logro formular oración alguna.

Sonreí a causa de la ternura que me provocó.

Él finalmente me dejó de mirar, para posar su vista al rededor. Comenzó a moverse, inquieto, y a negar con la cabeza.

—Gracias, pero aquí no. Mmh...—se quedó pensando, mientras yo lo veía.

Nos vamos a besar.

Ay, por Dios, ¡qué emoción!

No tengo mal aliento, ¿verdad?

¿Qué tan mal me voy a ver de cerca?

¿Sé besar? ¿Bien?

¿Dónde voy a poner las manos? ¿Cuello, hombros, o mejillas?

Relami mis labios por segunda vez, y pasé un mechón detrás de mi oreja.

—Si te molesta que lo hagamos aquí, podemos esperar a otro lugar, Eros.

—No... Vamos al salón. Ahí esta limpio. Puedes ir cuando quieras, te puedo conseguir un permiso.

Dicho eso, abrió la puerta y bajo.

—¿Gracias...? —respondí y baje, puse el seguro, para después encaminarnos al dichoso salón.

Unos pasos adelante, él hablo.

—No se besar.

Asentí con la cabeza.

—Esta bien.

—Como te lo conté cuando te conocí, nunca... no me han pasado esas cosas —sus manos se movían mientras hablaba, iban de enfrente, hacia atrás, de repente paraban en su cuello—. Y no me había preocupado por que pasarán, estaba bien solo.

—¿Tienes más amigos? —pregunte, puse mis manos detrás de mi espalda, mientras veía mis pies.

Sí, esperaba ser su única amiga. Al menos la más cercana.

Ah, que mal suena eso. Tan egoísta.

Eros negó, paso la mano por su cabello, luego procedió a responder.

—No, desde niño trate de evitar los grupos, y a la gente extrovertida, como Danna. Solo una vez trate de hacer amigos, mi mamá me había dicho que hacer amigos haría más amena la escuela; pero cuando le hable a un chico de mi salón solo conseguí que él se burlara otra vez de mi. Así que solo reafirme que no encajaba ahí.

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