6. Evacuación.

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Oscuridad. Silencio. Algo se mueve y se aproxima a mí. Los ojos amarillentos vuelven a dejarse ver y grito.

Me incorporo en la cama, limpiándome el sudor de la frente que la pesadilla me ha provocado. El recuerdo de aquella bestia aún me persigue.

¿De qué podía tratarse? En todos aquellos años nunca había visto una criatura con tanta maldad en los ojos. Tan solo recordar que lo había tenido frente a mí me hace temblar. ¿Qué habría pasado si no me hubiera dado cuenta de su presencia? Me habría matado, estoy segura de ello.

Me visto rápidamente y bajo unas cuantos pisos hasta dar con el restaurante, donde el resto de mi grupo ya se encuentra desayunando o, más bien, quejándose de la comida.

—Assad, cuando dijiste que ibas a encargarte del desayuno, me imaginaba que prepararías tortitas y bacon. No... esto. ¿Cómo has dicho que se llamaba?— pregunta Cameron con una mueca de desagrado mientras señala su plato. El grandullón se encuentra a su lado con los brazos en jarras y una sonrisa de satisfacción.

—¡El especial anti-resaca 9000 de Assad Sullivan! La mezcla perfecta de huevos revueltos, patatas, ostras y plátano. Todo ello recubierto de jarabe de arce— sirve un plato a Youra, que está sentada a la derecha del capitán de los Lions. La peli-rosa aparta el desayuno en cuanto el aroma de las ostras contacta con sus fosas nasales—. Os aseguro que os quitara la resaca antes de que podáis decir que está asqueroso.

—Está asqueroso— murmura Harry desde otra mesa, echando en una servilleta lo que se había metido en la boca, ganándose una mala mirada por parte de Assad y Byron.

—Estáis todos locos. Está mierda está riquísima— indica el mejor amigo de Cameron, llevándose a la boca una buena cucharada.

—Cómo no te va a gustar, si te vi comerte una piedra una vez— murmura Danielle con los brazos cruzados al pecho y la espalda apoyada en el respaldo de su asiento.

Byron la señala con el tenedor y la contesta con el ceño fruncido:

—Fue por una apuesta; gané diez dólares.

En cuanto entro por la puerta, el sonido de las voces aminora y todos los ojos están puestos sobre mí.

—Vaya, vaya. Si es La niña y el monstruo— me saluda el piloto, haciendo un chiste de los suyos, aunque de mal gusto.

—De verdad, Hayley, aguaste la fiesta más rápido que una redada de policías— añade Assad, tendiéndome un plato con el turbio desayuno. Lo acepto, pero no me río por sus bromas.

—¿De verdad es eso lo único que os importa?— pregunta una voz en alto, desde el final de la sala. Me sorprendo al ver que Isabela se ha puesto en pie para defenderme.

Dejo el plato sobre el mantel de una de las mesas y me aclaro la garganta.

—Escuchadme. Sobre lo de anoche, quería pedir disculpas. Sé que os asusté a todos sin necesidad. Quizás vi algo, quizás no. Lo que sí sé es que no quería arruinarle la fiesta a nadie. Lo siento.

El cocinero en prácticas me pasa un brazo por los hombros y me aproxima a él, dándome un ligero abrazo.

—No te preocupes por eso, Hayley. ¡Porque hoy se sale, hoy se bebe!— canta, a lo que el resto de mis compañeros se uneN riendo.

Solo hay una persona que no comparte esa alegría, y que me observa con decepción en los ojos: Isabela.

Jake se aproxima a mí y me da un ligero apretón en el hombro. Toma el plato que anteriormente he dejado sobre el mantel y me dice:

La isla - h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora