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Capítulo 11

El infierno en curso

Eliza

Pasado

La cabeza me daba vueltas, débilmente abrí mis ojos, justo cuando todos los dolores de mi cuerpo se activaron, con la poca fuerza que tenía me gire y tome lo primero que vi, para poder vomitar.

¿Qué paso?

Vi a mí alrededor, estaba en una habitación de hospital, tenía mis manos conectadas a muchos cables, veía mis brazos llenos de moretones, mi vientre me dolía, la garganta me ardía.

¿Qué hago aquí? ¿Qué demonios me paso?

Quisiera ser yo, la que pudiera responderle esa pregunta a mi mente, pero lo último que recuerdo fue...

—  ¡suélteme! – gritaba con intensidad.

El hombre que estaba encima de mí me tomaba con tanta fuerza, que su agarre se me hizo eterno.

El aire me empezó a faltar.

Alguien entro a la habitación en donde estaba y empezó a gritar desesperadamente ayuda.

Sentí mi mejilla arder, mientras un hilo de sangre calentó la parte inferior de mi labio.

Me había pegado.

Ese hombre me había pegado.

—  Eliza necesito que te calmes – escuche como me decían.

Coloque mi mano en mi pecho, y empecé a respirar cada vez peor, las lágrimas salieron sin previo aviso de mis ojos, sentí como mi cuerpo empezó a temblar, y fue cuando volví a cerrar los ojos.

No me dormí, solo empecé a tranquilizarme poco a poco, escuchaba muy poco lo que las personas de mi alrededor hablaban.

¿Qué mierda me hiciste?

Quise llorar, pero no podía, lo que sea que me hayan dado, me impedía sentir algún tipo de dolor.

Estuve así durante algunas horas, hasta que volví abrir los ojos, las luces me cegaban, moví la cabeza intentando normalizarme.

—  Ey, despacio, tómalo con calma – la voz de Dalia resonó en mi cabeza.

—  Dalia, ¿Qué hago aquí? – pregunte.

—  Eliza, cálmate ¿sí? Ya estas a salvo, te lo prometo.

El pinchazo que hinco mi estómago me hizo quejarme del dolor, no recordaba tener algún dolor en el estómago anoche, y para ser sincera, era muy poco lo que recordaba de la noche.

—  ¿Qué paso Dalia? Dime que mierda paso, por favor – suplique.

Vi como sus ojos se cristalizaron, tomo mi mano y la apretó levemente, Dalia no era así, ella no lloraba fácilmente.

—  Eliza, tienes que tomarlo con calma, lo que te voy a decir, es muy grave.

Me la quede mirando fijamente, al intentar moverme otra mueca de dolor adorno mi rostro, haciendo que ella se preocupe, apretando un botón que hizo sonar una alarma.

—  No te muevas, no te muevas – dijo.

Una doctora, entro con dos enfermeras, de inmediato empezaron a revisarme, la doctora reviso el expediente que tenía al pie de mi camilla.

—  Hola Eliza, soy la doctora Ronder – se presentó amable.

—  Dígame que me paso – exigí – me duele el estómago, las piernas, todo el maldito cuerpo – me exaspere.

URLA DI SPERANZA +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora