━━━ xviii. chapter eighteen

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C A P Í T U L O  18
🗯░ 🕷🔮❝Confesiones❞
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NASTASHA HIZO UNA PAUSA POR UN SEGUNDO PARA recuperar el aliento, pero no lo suficiente como para alarmar a Clint

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NASTASHA HIZO UNA PAUSA POR UN SEGUNDO PARA recuperar el aliento, pero no lo suficiente como para alarmar a Clint. Le había costado mucho convencerlo de que la ayudara a ponerse en forma, vamos, prácticamente tuvo que arrastrarlo al gimnasio. Y si veía el más mínimo indicio de que a ella le estaba costando respirar, la devolvería a esa horrible mesa de aluminio y llamaría a Shuri para que le llenara el cuerpo de agujas.

Solo el pensamiento la hizo estremecerse. En todos sus años como Viuda Negra se había enfrentado a enemigos mucho peores y despiadados que un fósil eléctrico de los años cuarenta. El lavado de cerebro había sido una experiencia nueva, lo aceptaba, pero era cosa del pasado. El Chispas aún estaba en algún rincón del planeta, caminando libremente, y Natasha estaba decidida a enseñarle las consecuencias de meterse con ella y sus amigos.

Giró sobre su propio eje y pateó el saco de boxeo, detrás del cual Clint se escondió sujetándolo con fuerza. Luego un puñetazo, otra patada, puñetazo, patada.

—Pensé que Yelena se quedaría con nosotros más tiempo—dijo Clint, con las piernas encajadas en el colchón y manteniendo un tono casual—. ¿No te preocupa su seguridad?

—Ella tiene una misión que cumplir—respondió Natasha, su voz sonaba un poco entrecortada como resultado de la agitación del entrenamiento—, pero puede cuidarse sola.

—Si es la mitad de terca que su hermana mayor, no lo dudo.

La espía mostró una media sonrisa. Yelena no era como ella, era mejor, sabía que estaría bien. Dobló ligeramente las rodillas, se llevó los puños a la cara y lanzó una lluvia de golpes sobre el saco rojo. Derecha, izquierda, derecha, izquierda...

—No deberías estar haciendo esto—dándose la vuelta y viendo a Steve atravesar las puertas del gimnasio, con ropa de entrenamiento y una toalla colgando de su antebrazo, la rubia inexplicablemente empezó a ponerse nerviosa. ¿Qué demonios le pasaba? —Todavía estás convaleciente.

Tratando de ocultar lo que sea que sucediera con ella, Natasha giró la cabeza hacia el saco de boxeo y comenzó a golpearlo con más fuerza. Clint les frunció el ceño, primero a Natasha y luego a Steve, preguntándose si había algo que se estaba perdiendo. La energía en la habitación definitivamente había cambiado.

—Apuesto a que este cuerpo convaleciente podría patearte el trasero, Rogers—respondió Natasha simplemente.

Steve dejó caer la toalla sobre el colchón y sonrió. Clint comenzó a creer que estaba de sobra en ese lugar.

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