1| LUNA ESCARLATA

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Sentados sobre el trineo, ante la furiosa iluminación que el firmamento lanzaba, sus siluetas se asemejaban a dos pequeños puntos sobre el horizonte lejano.

El plan era perfecto, lo habían programado con mucha anticipación. Este incluía primerísimo primer lugar frente al escenario magistral donde la dama de verde haría su aparición danzando perfecta sobre un cielo cerrado y negruzco.

Esa noche, ella, la aurora boreal, causante de que Jimin y Jungkook recorrieran los más inhóspitos parajes para contemplarla, comenzó a hacerse visible como una curvatura solitaria y prolongada, desparramándose desde el confín de los hielos, hasta donde sus vistas llegaban.

El arco incrementó su brillo generando un colosal caracol iridiscente que parecía latir frente a sus narices.
El cielo en su totalidad se colmó de luces y rayos ágiles, movedizos, que reventaron en el firmamento en un brutal estallido de verdes, fucsias y violetas. Los híbridos pensaron que nada en esta vida los había preparado para semejante manifestación. La actividad, conforme llegara el alba iría deteniendo su esquizofrénica danza para dar paso a la mañana.

Esos momentos fueron suficientes para que llenaran sus iris de por vida, con el lumínico baile que acababan de presenciar.

El niño rojo levantó su cara y miró a su chico.
—Gracias —susurró con sus ojos de medialunas relucientes en la oscuridad.

Jungkook tomó su mentón y acercó su boca a los rosados labios de Jimin.
—Te amo —expresó sin separar sus bocas.

Jimin, mirándolo fijamente, respondió al beso con dulzura. Kook le acercó una de sus manos al rostro e intentó que bajara sus párpados. El pequeño pelirrojo sonrió y aún con sus bocas unidas, susurró:

—¿Por qué quieres que cierre los ojos?

—Las personas solemos hacerlo al besar, Caramelo. ¿Por qué tú no?

—Porque me gusta mirarte mientras devoro tu boca.

Esa frase fue el detonante para que Jungkook se levantara, tomara a su niño en brazos y abandonando tras de sí el trineo que les había servido de platea preferencial, se dirigieron de prisa al qarmaq, un refugio que ellos habían construido minuciosamente con cueros, cinchas, tientos y maderas.

Estratégicamente habían dejado encendida una pequeña qulleq que llevan consigo a donde quieran que fueran. La lámpara de piedra de talco, nutrida con aceite de grasa animal y una mecha de musgo, mantuvo el recinto cálido mientras ellos estaban a la intemperie.

Jimin comenzó a sacarse el anorak que llevaba como abrigo.

—No te quites toda la ropa, amor, el frío es atroz, cala los huesos —comentó Kook mientras avivaba las llamas.

Esa sugerencia fue inmediatamente desobedecida por Jimin que se despojó de cada prenda hasta quedar absolutamente desnudo frente a los ojos  de sorpresa de su amado. Éste acarició los cabellos rojos que caían como cascada de fuego sobre los hombros del siberiano.

—¿Nunca me harás caso en nada, Jimin? Eres un perrito travieso …

—Ven acá, Kook, hazme el amor, haz que entre en calor, es que… «Hace un frío atroz, cala los huesos» —remedó la misma frase que segundos atrás Jungkook le había dicho, con una hermosa y pícara sonrisa.

Niño Rojo Parte 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora