7| MAIKOH

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La mañana en que Namjoon corrió desesperado hacia la cabaña de Kook y Minnie, fue el momento exacto en que la vida de los híbridos perros, daría un giro abismalmente dramático

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La mañana en que Namjoon corrió desesperado hacia la cabaña de Kook y Minnie, fue el momento exacto en que la vida de los híbridos perros, daría un giro abismalmente dramático.

Nadie podría haber imaginado lo que vendría después.
Nadie, excepto el destino, causante cruel de horas lacerantes.

—Jimin, ayúdame, mi niña, Maikoh, mi niña… —Trueno cayó en los brazo de Jungkook que sostuvo al gran alfa antes de que colapsara en el suelo.

—Cálmate, Nam. ¿Qué ocurre con Maikoh?

—Ella, ella… —Tartamudeó—Subió a lo alto de las terrazas de la casa abandonada para arreglar una de las maderas del techo que está rota desde hace años… ya saben cómo es, audaz y decidida, no midió riesgos y el techo se venció con su propio peso. No le dió tiempo a cambiar de forma. Cayó de cabeza de una altura poderosa, sangra mucho, creo que su cráneo está roto, no recobra el conocimiento…

—Agggggrrrr —gruñó con tanta fuerza que las paredes de la cabaña se estremecieron de terror.

Su llanto profundo sumió a Jimin y Jungkook en tremenda impotencia y angustia.

—Jimin, Jimin, eres casi un druida. Ayúdala, por favor….

Jimin miró con desesperación a Jungkook, en sus ojos podía verse la impotencia. Él no era un druida, había renunciado hacía mucho.
No heredó ninguno de los done o poderes que hubiera recibido de haber sido nombrado druida, todos le fueron negado precisamente aquel día en que él murió y fue traído a la vida a fuerza de golpes en el pecho…

Namjoon lo sabía, sabía todo, pero el miedo a perder a su hija lo llevó a recurrir al único ser que podía ayudarlo en ese momento.

—Trueno, yo…

—Jimin, lo sé, no eres un druida, tampoco tienes poderes, pero sabes algo del cuerpo que nosotros no. Ayúdame…

—Llévanos con Maikoh— sentenció Kook al mismo tiempo que levantaba al líder del suelo.
Corrieron los tres hasta la casa abandonada a donde Maikoh y sus amiguitas construirían una casa de juegos.

Seokjin en un mar de lágrimas y sangre, sostenía sobre su pecho la cabeza de la chica que se encontraba desvanecida, tendida en el piso. Con la otra mano, le acariciaba la espalda mientras le arruyaba las canciones de cuna que le cantaba antes de dormir cuando era aún tan pequeñita que no era capaz de entender que su madre había muerto.

Jimin se acercó para observar de cerca la herida. Era profunda. Supo de inmediato que era una herida mortal. No sólo la piel y carne estaban rasgadas, el cráneo estaba partido y un líquido blanquecino se escurría por la rajadura.

Atravesó por debajo del cuerpo de Maikoh, una tabla de madera y la inmovilizó de pies a cabeza. Así la trasladaron hasta su enfermería y la recostaron sobre una camilla improvisada. Él limpió la herida y alrededor de ella, sin tocarla, colocó compresas frías embebidas en solución salina que ayudó detener el sangrado.

Niño Rojo Parte 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora