Capítulo 7.

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A decir verdad, no le hacía mucha gracia tener que volver a verla. El último contacto que tuvo con ella fue una de las peores experiencias de su vida. Temía volver a quedarse encerrado en una de aquellas viejas y estrechas jaulas. Miró a Sven, dubitativo.

—¿Hay algún problema?

—No, solo ella no me agrada demasiado —sonrió, nervioso.

—No es cuestión de que te agrade —suspiró, paciente—. Está bien para ser tu primer encargo.

Dorian sentía que lo estaba regañando, pero tampoco quiso dar explicaciones. No lo culpaba; era obvio que el elfo no sabía nada.

Mientras cenaban, le preguntó dónde había estado, y él puso como excusa de que se había perdido en el bosque. Mintió, sí, así prefirió hacerlo. Lo mejor era mantener cierta distancia con Sven teniendo en cuenta de que Thalia y él se conocían.

***

—Ten cuidado —dijo Sven, inclinando un poco la cabeza.

—No te preocupes, volveré lo antes posible.

Tras despedirse, salió del bosque para volver a la base de los cazadores. Mientras caminaba, se animaba a sí mismo y se autoconvencía de que todo iba a salir bien, que no volvería a tener ningún otro contratiempo. A las malas, siempre podría defenderse.

Eso si tuviese algún arma. Hasta que no lo pensó, no cayó en la cuenta de que seguía desarmado, y por ende, miró hacia atrás; aunque dudaba de que Sven tuviese algún tiempo de arma que no fuese un cuchillo de cocina común. Tal vez, la próxima vez que tuvieran que volver a Igmik, le pediría que lo acompañase a algún armero para comprarse, al menos, una daga.

Pasaban los minutos y todo iba bien hasta que escuchó unas risotadas a lo lejos. Puede que fuese algún campamento; mucha gente, incluido él, se había quedado a dormir en el bosque a falta de una cama. Nadie cobraba por dormir a la intemperie, y el ulular de los búhos y el canto de los grillos le relajaban hasta el punto de poder echar una cabezadita.

Siguió silenciosamente el sonido que se hacía cada vez más notorio. Se escondió en unos arbustos y se asomó.

Allí habían tres hombres de gran tamaño alrededor de una hoguera ya apagada comiendo como si de bestias se trataran. Tenían un aspecto poco agraciado, y a uno de ellos parecía que en algún momento se pisaría con su larga barba.

Dorian parpadeó y analizó a los tres sujetos. No tenían muy buena pinta. Un escalofrío recorrió su cuerpo y se dio la vuelta para salir de allí. Por desgracia, una de las primeras pisadas hicieron que unas ramitas se rompieran y llamasen la atención del corrillo.

Rápidamente, dio un par de zancadas para escapar, pero sintió como una mano agarraba y tiraba de su camisa con tanta fuerza que su cuerpo impactó con su oponente. Se giró, con el instinto primario de morderle el brazo, pero no le dio tiempo a hacer ningún otro movimiento que entre los tres lo inmovilizaron y ataron de pies y manos.

—¡Soltadme! —gritó, aunque fue totalmente inútil.

«¡Genial! Otra vez secuestrado»

El campamento constaba con la hoguera que había visto antes y unas tres mochilas que parecían estar llenas y una sola tienda de campaña. Ya tenía que ser amplia para que los tres cupieran dentro.

Lo tiraron al suelo, y uno de los hombres hurgó en sus bolsillos en busca de dinero, pero lo único que sacaron fue la carta que Sven le había dado.

—¡Devolvédmelo! —reclamó, aunque fue ignorado. El grandullón llamó a sus compañeros para leerlo juntos—. Capullos —murmuró para sí.

 La Canción del Dragón (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora