Capítulo 10.

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Cuanto más preguntaban más perdidos se sentían. Ninguno de los pueblerinos parecía conocer a la persona que describía Sven. También era una descripción un tanto ambigua: un señor mayor con acento de Hoved que vestía con una toga beige y una camiseta y unos pantalones blanco marfil; con barba grisácea y medio calvo con el cabello recogido en una coleta baja. Parecía que hablaban de un fantasma por la confusión que asomaba en los ojos de cada persona con la que se topaba.

—Una de dos: o hay muchos humanos viejos con esas características o no hay ninguno -carraspeó Thalia, llevándose un par de dedos a la sien—. ¿No recuerdas nada más? ¿Algo que le caracterice? Como una verruga enorme y fea en la cara o un par de cuernos de cabra que le sobresalieran de la cabeza.

—Thalia, no hay humanos con cuernos. Los demonios no se dejan ver por esta dimensión a la luz del día.

—¿Y tú cómo lo sabes? —arqueó una ceja—. No me digas que ahora también te comunicas con los demonios.

—Ya sabes que en el otro plano están tanto las Diosas como los demonios.

—Jamás entenderé eso.

Eso era algo que estaba fuera de su comprensión. Cómo las Diosas y los demonios convivían en el mismo plano sin haber ninguna especie de guerra entre ambas clases de entes. Sven le había repetido muchas veces que no solo existía un único plano, sino que ese mismo se dividía en subplanos de menor a mayor profundidad. El plano más accesible era el de las almas, pequeñas bolas de luces que flotaban dentro de un paisaje onírico de imágenes aleatorias que variaban entre bosques, lagos y cascadas a ciudades hechas de piedra, o incluso podrían aparecer imágenes abstractas con colores vivos. Las Diosas se hallaban en el más profundo, pasando antes por el de los demonios. Solo hechiceros especializados y con años de experiencia podían comunicarse con ellas sin perturbar su propia alma.

—¿Y tú qué piensas? —se giró la elfa en busca de Dorian. Se le puso los ojos como platos. Llamó la atención de su hermano dándole dos golpes en el hombro—. Oye, tu mascota no está aquí.

Sven giró rápidamente la cabeza y miró a los alrededores.

—Tenemos que ir a buscarlo.

—No tenemos por qué —replicó—. Si se ha perdido pues mala suerte. Este asunto a él no le conviene.

—Pero viene conmigo —interrumpió—. Él ahora trabaja para mí, y es mi responsabilidad.

—Bueno —cedió, desviando la mirada—. Esta se la paso, pero como empiece a dar problemas se lo echo de comer al lobo. No me mires así vayamos a buscarlo.

***

La posada no era un lujo, pero al menos tenía un precio bastante económico para todos los servicios que ofrecía. Incluía la cena, un baño, y una habitación cuyas camas eran más cómodas en comparación de las que había donde trabajaba antes.

En cuanto pudo poner un pie en la habitación, una oleada de pensamientos habían invadido su mente en cero coma. Había pensado en que podría dejarlo todo y volver a su vida de antes, pedir un trabajo en aquella posada y así no tendría que vivir con tanta adrenalina en el cuerpo. Sin embargo, estaría en las mismas. Además, ahora tenía a una chica inconsciente en sus manos y eso sumaba una responsabilidad más. La había tumbado en la cama y la tapó con una sábana. También le había limpiado un poco el rostro y parte de los brazos. A simple vista presentaba alguna que otra quemadura, nada muy grave. No se había atrevido a levantarle el vestido para ver si tenía alguna herida más, pero suponía que sí, ya que las piernas habían estado más tiempo en contacto con el fuego.

Salió de la habitación y bajó a la zona del bar a pedir un poco de agua para los dos, y en cuanto subió de nuevo y abrió la puerta se encontró a la chica incorporada y frotándose la cara.

 La Canción del Dragón (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora