VOLVER A CAER ANTES DE EMPEZAR A VOLAR DE NUEVO

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—¿Qué está pasando? —pregunté alarmado.

—A ver... —comenzó a hablar mi padre. Mi madre, a su lado, nos observaba con atención—. Creemos que no estás bien, Sergio.

Sus palabras lograron hacerme enmudecer durante, al menos, lo que duró el suspiro que vino justo después.

—¿Y qué...? —Permanecí atento a sus miradas, intentando que pudieran decirme algo más—. ¿Qué... os ha llevado a pensar eso?

—Tu vuelta de Inglaterra —se silenció la habitación al completo— no ha sido exactamente como esperábamos.

—¿Qué esperabais? —respondí rápidamente.

—Que tuvieras las cosas más claras, Sergio.

Tenía sentimientos encontrados. El motivo que meses atrás me había llevado a abandonar España se había disipado. Sin embargo, mis padres parecían tener una opinión completamente opuesta a la mía.

—¿Y qué tengo que hacer? —Tenía ganas de llorar. De escapar y de, verdaderamente, no volver nunca. Desaparecer era lo único que aquel momento lograría hacerme olvidar el motivo por el que quise estar de vuelta.

—Hemos hablado con Mariano. —Sus miradas se cruzaron. Todo parecía en aquel momento ser algo simétrico, menos la figura de un adolescente nuevamente roto.

—¿Y qué...?

—Tu madre y yo hemos pensado que lo mejor es que vuelvas a vivir algo parecido —sentenció mi padre—. La vida lejos de aquí... pareció ayudarte.

Hay cosas mucho peores que intentarlo una segunda; y es sentir que, desde luego, la primera no sirvió para nada.

—¿Qué? —Estaba ligeramente ausente.

Mi cabeza estuvo ahí. Y es cierto. Hasta que dejó de estarlo. Ya no estaba. Es imposible permanecer allí donde no parecen entenderte. O al menos muy difícil. Era una realidad en forma de algo sólido y puntiagudo, que duele. Me temblaba todo el cuerpo. Había perdido el control absoluto de mi cuerpo. Ahora solo tenía el manejo del veinticinco por ciento de mis extremidades. Los dedos de mi mano derecha habían dejado de responder. Con la mano izquierda sujetaba el móvil, que comenzaba a pesar demasiado. Quería huir. Era inviable. Acababa de prometer a Amanda no volver a pasar por lo mismo. Mi vida estaba, al parecer, lejos de donde estuvieran los que querían tenerme cerca. En mi cabeza solo cabía la palabra distancia. Estaba cada vez más alejado de mi familia. Otra vez. Y les tenía al lado. Justo al lado. Pero ya estaba muy lejos de nuevo. ¿Qué es el fracaso? Había fracasado. Alguien incapaz de mantenerse cerca de lo que necesita está condenado a dejar de intentarlo. No quería.

—¿Me lo puedo pensar? —conseguí vocalizar a duras penas.

—La decisión está tomada, cariño. El día 22 coges el vuelo a las diez de la mañana —concluyó mi madre.

La decisión estaba tomada.

¿Dónde estaría yo entonces?

¿Es más valiente quien a pesar de las consecuencias ignora un precepto, o quien contra toda consecuencia se enfrenta a ello? 

UN VIAJE PARA SIEMPREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora