Capítulo 7

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Cuando estaba a punto de vestirme, Sergio se sentó en la cama y se tomó el tiempo suficiente para poder observarme de pies a cabeza, pero no notaba que lo hiciera con tentación, o con ganas, solo me miró y me sentí triste

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Cuando estaba a punto de vestirme, Sergio se sentó en la cama y se tomó el tiempo suficiente para poder observarme de pies a cabeza, pero no notaba que lo hiciera con tentación, o con ganas, solo me miró y me sentí triste.


Tiempo atrás, cuando me miraba, podía sentir que mi cuerpo se desnudaba solo, pero hace unos meses empecé a sentir como poco a poco se descuidaba lo nuestro, mientras yo me intentaba esforzar por sacarnos adelante en conjunto. Era un trabajo de tiempo completo y combinado con el resto de mis trabajos, este era el que más me pesaba, casi como remar en dulce de leche y si era posible, repostero.

Me sentía cansada, sin energía, y casi hasta sin motivación. No teníamos casi planes en conjunto, ni salidas planeadas, ni lugar donde ir de vacaciones, ya que él, poco a poco, se encargaba de gastarse los pocos ahorros que teníamos.

Cuando pensé que se iba a levantar para ir a buscarme y tener una tarde de sexo desenfrenado, se levantó directo a la terraza para fumarse uno de mis cigarros.

Sí, mis esperanzas se escurrían tras cada decepción.

Luego del cigarro, él se metió a la ducha y yo me recosté para descansar unos minutos, ya que el sueño acumulado estaba causando estragos.

Cuando volví a abrirlos pude encontrar una nota sobre la mesa de noche.

"Voy por unas cervezas con los chicos, vuelvo en la noche."

Perfecto, mi decepción crecía a pasos agigantados.

Menos mal que no había retirado efectivo de la cuenta, si no él se la hubiese agarrado toda para poder salir con sus estúpidos amigos.

Decidí enviarle un simple mensaje avisándole que saldría con las chicas a un bar por ahí y él me contestó con un simple "OKAY". Aproveché a leer un mensaje de Paola, avisándome que habían hecho una reserva en Jose Luis para las nueve y media.

Me preguntaba si Davide estaría con Sergio y su hermano esta noche...

Miré la hora y me levanté de un salto, no había reparado en la poca iluminación que reinaba en la habitación y ya eran las ocho y media de la noche, había dormido casi tres horas y en una hora pasarían por mí.

Mierda.

Mientras me levantaba a toda velocidad, sintiendo rebotar mi cerebro en mi cráneo por el repentino movimiento vertiginoso, me tomé dos minutos para calmar el mareo.

Cuando ya se había pasado, me puse de pie rumbo al armario por algo que ponerme.

Me decidí por un vestido negro; ni muy largo, ni excesivamente corto; con unos zapatos negros de taco y suela rojos. Cuando me estaba vistiendo, sonó el timbre de casa. Miré la hora y solo eran las nueve, faltaba media hora para que pasen por mí y siempre eran puntuales, ni más ni menos.

Recuérdame, Antonia [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora