Capítulo 13

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Allí vi dos reacciones

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Allí vi dos reacciones

La de él era confusión, y la de ella de diversión

Si era su novia ¿Por qué le divertía que su novio trajera a otras a su casa?

—Hasta le queda bien mi ropa —dijo la tal Carmen con una sonrisa ¿Su ropa?

Tenía que decir algo.

—Davide, me voy. Gracias por tu compañía —hablé con un tono filoso, pasando por su lado rumbo al ascensor. Lo único que se escuchaba era el resonar de mis tacones.

Cuando pasé por su lado, él me tomo del brazo.

—Te dije que te quedaras ahí dentro, ahora MI hermana te va a querer someter a un tercer grado —habló en un tono de advertencia.

¿Hermana?

¿Tercer grado?

¿Por qué no podía hacer nada bien últimamente?

Casi se me cae la cara de vergüenza ante aquella aclaración, me tapé la cara con una mano para superar el calvario al que me había autosometido.

—Tranquila, que no soy tan mala —dijo entre risas la ahora conocida, hermana de Davide. Este último se mantenía inerte y sumido en sus propios pensamientos.

—Perdona, no actúo así siempre. Solo que pensé que eras su pareja y me pareció un poco injusto esconderme —respondí intercalando mi mirada entre él y su hermana.

—Ahora que ya sé que mi hermano no es gay y que ha encontrado a una chica, puedo irme y que me choque un tren, moriré en paz y tranquilidad —no pude evitar lanzar una carcajada sonora y ella se contagió de la mía. Rápidamente, estábamos con un ataque de risa, yo por los nervios y ella por la diversión de hacerle pasar a su hermano un momento de mierda.

Cuando pudimos dejar de reír, Davide nos preguntó si ya habíamos terminado y las dos asentimos en sincronía.

—Vete Carmen, luego llamo a mamá y le invento algo —advirtió Davide, sobándose el puente de la nariz.

—Hermanito, no me eches —le suplicó a Davide —. Y tú, espero volverte a ver, eres muy linda y no sabía que mi hermano podía ser tan perseverante. Y tiene un gusto exquisito, mírate estás hermosa —habló como si hace tiempo me conociera y mi rostro volvió a los tonos rosados.

—Gracias, también eres muy linda —dije con sinceridad absoluta y es que, con ese pelo negro azabache y esos ojos verdes con tez blanca, no sé cómo no me di cuenta del parentesco, cachetada mental para mí.

La hermana en cuestión se dio media vuelta luego de saludarnos, y caminó al ascensor aclarándole a su hermano que luego lo llamaría.

Perfecto, ahora había un silencio de película, que me hacía temblar las piernas ¿O eran los zapatos?

Recuérdame, Antonia [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora