Capítulo 21

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—Siempre hay un roto para un descosido—dijo Osvaldo haciendo alusión a que yo también era adoptada y no pude acotar nada

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—Siempre hay un roto para un descosido—dijo Osvaldo haciendo alusión a que yo también era adoptada y no pude acotar nada.

En realidad yo seguía mirando estupefacta a Davide.

Era verdad que no sabía nada de él, pero ¿cómo había podido esconder eso?

No podía decirle nada, de todas formas yo tampoco le había dicho nada, hasta ese momento en que Osvaldo hizo la mención.

Mi padre se aclaró la garganta y tomó mi maleta, Davide me sonreía de lado.

—Ahora los dos tenemos algo más en común —susurró en mi oído —, y cierra la boca puede entrarte una mosca.

Caminamos en completo silencio hasta la salida del aeropuerto.

—Fue un gusto conocerlos, espero volver a verlos pronto —habló Davide en forma de despedida, me volví para mirarlo.

—¿Dónde vas? —pregunté en un tono algo así como una novia "tóxica".

—Tengo que hacer algunas cosas, ¿Quieres que te escriba para vernos más tarde?

Y yo pensando que venía a pasar tiempo conmigo.

—Te esperamos en el auto, hija —avisó mi mamá, mientras empujaba al resto de los integrantes de mi familia a la cochera, para buscar el auto.

Asentí y volví a mirar a Davide que estaba a una corta distancia, uno o dos pasos. Acortó la distancia quedando a centímetros de mí y posó sus manos en mis mejillas.

—Te extrañé demasiado, nena. No sabes cuanto lo he hecho —sentenció, yo no pude evitar sonreír.

—Y-y yo te he extrañado también Davide.—declaré fijando mi vista en sus zapatos.

Él ejerció un poco de presión para levantar mi rostro y así mirar sus preciosos ojos verdosos con matices amarillos.

—Mírame —dijo con firmeza —¿Sabes que puedes contarme lo que necesites, verdad?

Intenté alejar la sensación de familiaridad que me recorría el cuerpo al ver sus ojos, su piel, su cabello y todos sus rasgos faciales.

—¿Hablamos luego? —pregunté, estaba decidida, iba a contarle lo poco que había podido recordar. Por supuesto, después de hablar con mi psicólogo.

—Te recojo luego. Envíame la dirección en un mensaje —dijo acercándose lo suficiente a mi rostro para luego besarme.

El contacto con sus labios fue suficientemente satisfactorio como para olvidarme del resto de las personas en el lugar.

Era un beso suave, cargado de sensaciones de afecto y de ternura, necesitaba más de él, nunca me alcanzaría.

Rodeó mi cintura con mis brazos y al finalizar el contacto con sus preciosos labios, apoyé la mejilla contra su pecho rodeando su cuello con mis brazos.

Recuérdame, Antonia [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora