Capítulo 3

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—Te equivocaste de casa —hablé, y antes que conteste le cerré la puerta en la cara

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—Te equivocaste de casa —hablé, y antes que conteste le cerré la puerta en la cara.

Volvió a llamar y yo me pregunté si era idiota todo el día o paraba para dormir.

—¡Que te equivocaste, sordo! Esta es mi casa —bufé abriendo bruscamente la puerta.

Ví a Sergio y Francisco que venían por la escalera. Bien, ahora le diría a mi novio que le dé una lección al acosador.

Sonreí.

—Cariño, ya conociste a Davide. Él es el hermano de Francisco —ante mi rostro pasmado, él prosiguió —. Eh... ¿Recuerdas que te dije que vendría hoy?

Espera, ¿Qué? ¿Davide?

Su nombre...

No solo la cagué en el restaurante, también en el futuro trabajo de mi querido novio.

Porque no es que haya sido muy amable con él.

Diablos, rayos, changos, me lleva la cachetada, diría Homero de Los Simpsons.

—Oh… disculpa. No sabía que eras vos —hablé con mi más puro acento Argentino, del cual me había arrepentido casi cuando termine de decirlo.

¿Cómo lo iba a tutear? Trágame tierra.

—No importa —respondió mientras Sergio lo hacía pasar —¿Qué se puede esperar de un burro, más que una patada? —habló en un susurro al pasar por mi lado.

Me había quedado inmóvil con el picaporte en mi mano derecha.

El ronco sonido de su voz y su aliento fresco rozando mi mejilla izquierda, había enviado a mi zona utilizada para el placer y la reproducción humana un zumbido, avisando que todavía debía ser utilizado.

Recordé en ese momento que hace ¿Cuánto, un año? No tenía intimidad con Sergio.

El sonido de risas en mi pequeña sala, me sacó de los pensamientos.

—Cariño, ¡Cierra la puerta! —ordenó Sergio desde el sofá.

La cerré un poco más fuerte de lo que pretendía y fui directo a la cocina, el hambre había desaparecido dándole lugar a la sed. Me preparé un gin-tonic con hielo de la nevera para colocarlo en una copa balón y fui a la pequeña terraza con la bebida, la dejé sobre la mesita que había con dos sillas pequeñas y fui a buscar la laptop.

El momento ideal para escribir era esa noche, en la que me había enojado con el idiota del crítico lo suficiente como para escribir un texto de aproximadamente tres mil quinientas palabras de un tirón.

¿Cómo el idiota se atrevía a decirle mierda a nuestro ESPECTACULAR menú?

Pendejo, respondí en mi conciencia de forma Argentina, mientras repetía una y otra vez "Andate a cagar, idiota".

Recuérdame, Antonia [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora