Capítulo 22

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lashback

-¡Papá! ¡Déjala!

-¡VETE! -aullé con la poca fuerza que quedaba en mi cuerpo, sacudiéndome para darle énfasis a mi grito desgarrador que hacía arder mi garganta ya irritada.

-¡Vete de aquí por qué te voy a dar la paliza de tu vida! -bramó el grasiento hombre, sucio y despreciable.

-¡No voy a dejar que le hagas más daño! -gritó el chico con valentía, mientras lo agarraba de una pierna al ser horroroso, pero no tenía suficiente fuerza para apartarlo.

El hombre detuvo sus acometidas en mi cuerpo semi-inconsciente. Pude ver el momento exacto en el que el viejo le daba una patada en el pecho y el chico caía hacia atrás, golpeando su cabeza contra la pared.

Su cuerpo fue tenuemente alumbrado por la luz que atravesaba la puerta ahora abierta, el chico era tan blanco como la leche y caía causando un sonoro golpe contra la pared. En ese momento me di cuenta de que nadie podría salvarme del salvaje hombre asqueroso.

El viejo ni siquiera se inmutó y siguió tocando mi cuerpo mientras yo me sacudía en búsqueda de la salvación.

Mi piel se sentía desgarrada y mi cuerpo se desvanecía en cada acometida.

No sabía cómo estaba soportando semejante tortura, pero debía ser fuerte, la preocupación por el chico golpeado e inconsciente me hizo estremecer.

Vi un segundo chico entrando por la puerta, este era similar al anterior, casi idéntico.

El chico prendió la luz haciendo que el ardor en mis ojos sea más pronunciado, pero igualmente me obligué a mantenerlos abiertos, mi espalda dolía por el peso del hombre que en cualquier momento podría aplastarme y yo morir ahí mismo, pensaba que sería lo mejor.

Los del orfanato me habían olvidado en esa casa dos días antes y él me tenía cautiva, me encerraba en la habitación y cuando menos me lo esperaba emergía de la obscuridad, asustándome, haciendo que corra al lugar más lejano a esconderme.

El chico, al ver al hombre sobre mi cuerpo y al otro tendido inconsciente en el suelo, se fue de la habitación y segundos después volvió con un gran cuchillo que manipulaba con sus dos manos, se veía gigante en sus pequeñas manos, casi como las mías.

Mis ojos se abrieron como platos al ver que se abalanza sobre el viejo y le asestaba con el cuchillo en su pierna derecha.

El hombre lanzó un grito ensordecedor y gemía del dolor, yo me sentía cada vez más aplastada bajo su cuerpo, ciertamente podría morir ahí mismo aplastada o asfixiada.

Literalmente él estaba sentado sobre mi espalda que estaba en su punto de quiebre.

Yo pedía ayuda, auxilio, pedía que me salvaran.

Recuérdame, Antonia [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora