Capítulo 6

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Escuchamos ruidos provenientes del descansillo, risas y sonidos de llaves

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Escuchamos ruidos provenientes del descansillo, risas y sonidos de llaves.

¡¿Sergio?!

Maldito sea el encanto de Davide, por poco y me olvido de que tengo una relación de hace años.

Davide no se movía, y parecía no querer hacerlo.

—Déjame, por favor, déjame ir —supliqué.

Quizás en otras circunstancias le hubiese pedido que se quede justo ahí.

Él se levantó lentamente, sin ganas de hacerlo. Estaba tardando demasiado y yo tenía miedo de que Sergio apareciera y nos viera así.

¿Cómo le explicaba la razón de que Davide esté sobre mí, sin camiseta y en la cama?

"Cariño, solo nos hacíamos cosquillas" Sí, cómo no; supercreíble.

Cuando me pude levantar, fui hasta el móvil para ver la hora a la velocidad de la luz, eran las cinco y treinta de la mañana; yo en una hora entraba a trabajar, ¿Cuándo se había pasado la noche?

Llegué a la entrada de la casa, mirando a Davide de reojo que se limpiaba el rostro donde tenía helado en el baño, ví por el orificio de la puerta y en él podía ver a Sergio claramente con la vecina que estaban ahí, tan cerca y ¿Por qué se abrazaban?

Abrí la puerta de par en par para que él vea que yo estaba al tanto de lo que hacía y él parecía tan ebrio; y yo tenía una mezcla entre enojado con Sergio y confundida por las horas pasadas con Davide.

La vecina era una joven afroamericana de unos 20 años, y por lo que me contaban las ancianas vecinas, era estudiante de economía.

Cuando Sergio me vio, pareció no esperarlo porque se sorprendió. Se despidió de ella con un guiño y un adiós y entró tambaleando a casa.

—¿En serio Sergio? ¿Con la vecina? —dije levantándome unos tonos la voz, activando mi modo tóxico mientras cerraba la puerta detrás de mí.

—No te enojes cariño, nos encontramos en el bar y ella no quería volver sola —respondió arrastrando las palabras —¿Qué tienes en la cara?
 
—No puedo creer que mientras yo estoy acá no te importa si bien o mal, o si tengo miedo y vos con mujeres en un bar. Sos de lo que no hay, Sergio —dije ignorando si pregunta.

—Veo que estás bien acompañada —observó a Davide de espaldas, que estaba poniéndose la chaqueta —madura de una vez Toya, tienes veinticuatro años. Nadie va a asustarte —dijo intentando abrazarme mientras yo me apartaba, sutilmente.

Recuérdame, Antonia [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora