In crescendo sexual

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Los cortes de la musica del violin negro comenzaron a incrementar con fuerza  los sonidos del placer que se estimulaban en la habitación, Nayeli estaba de pie observando como la mujer que se metía el vigoroso sexo de Marshall en la boca, la miraba con una complicidad que hizo sentir intimidada por un momento a la mujer de cabello negro. Nayeli no sabía cómo actuar, pero los dedos de Marshall invitaron a su vecina a acercarse, mientras que los acordes sexuales del violin negro intentaban guiar el encuentro. En ese momento la mujer se levantó y Nayeli pudo apreciarla por completo. 

Se trataba de una mujer muy atractiva de cabello negro risado con la piel en el mismo color, con unos senos firmes de color obscuro y con unos pezones con forma de chocolate que se veían deliciosos y antojables. Nayeli se tenso, pero sintió los dedos de aquella mujer sujetar su mano con un cariño lento que se extendió por su cuerpo, mientras que Nayeli comenzó a inundarse en la atomsfera sexual de la habitación. La habitación se llenó por un momento de una atmosfera linda, mientras que la mujer de piel negra comenzó a besar los hombros de Nayeli con ternura, sujetando su abdomen con delicadeza y llevando sus labios a los de la otra mujer, que sintió la presión dulce de su encanto, lentamente expandirse como un canto que se sentía a través de la piel y que hizo que Nayeli se mojara provisionalmente, mientras observaba los ojos de lujuria de Marshall, que desde su primer encuentro había parecido un hombre sereno y hasta sensato, pero ahora, parecía dominado por un instinto primario, por algo que lo llevaba al borde de un descontrol inesperado y en ese ambiente, fue cuando Nayeli se sintió más deseada. 

Los besos con esa otra mujer estaban cargados de una experiencia distinta, tenían un sabor primitivo de dulce entendimiento y aquello hizo sentir vulnerable a Nayeli que poco a poco experimientaba un placer diferente con una dicha distinta que se vinculaba a nivel emocional con ese instante, en el que la mujer por primera vez probaba a otra mujer y dejó atrás sus inseguridades, sintiendo como sus suenos eran expuesto por las manos tibias de la chica, que lamía su cuerpo, mientras que Marshall agitaba vigorosamente su verga negra de arriba a abajo, observando el espectaculo sensual que se desarrollaba frente a sus ojos. Nayeli sintió como las manos de la mujer la ayudaban a despojarse de sus pantalones estando de pie y sintió de forma primitiva como sus pies quedaban desnudos besando el frio suelo de la casa de Marshall, teniendo a las dos mujeres desnudas frente a él. 

La mujer de cabello negro comenzó a guiar a Nayeli en dirección al sillón donde dejó que su espalda desnuda se recargara en el aterciopleado asiento de un sillón antiguo que se sentía más cómodo de lo que la mujer pudiera haber antisipado. Así fue como se perdió en el delicado equilibrio de las sensaciones primitivas que le causaban un estremecimiento profundo de una mujer que le gustaba sentirse divina. Nayeli sintió las manos de la mujer, mientras le separaba las piernas y comenzaba a recorrer su feminidad y con la lengua, guiando una expresión honesta de sincero delirio que hizo sentir a Nayeli expuesta y a su vez, le regaló un orgasmo profundo de la sensación de una lengua prodigiosa que la llenaba poco a poco de la sensación escandalosa de estar plena. En ese momento, fue cuando Nayeli sintió el aroma de hombre que inundó sus sentidos y el sexo alargado de Marshall, duro como un roble de ebano, se extendía frente a su rostro, con la mirada suplicante de un hombre que pedía atencióna gritos discretos y que la mujer, que por un momento se había olvidado que estaba acompañada, entonces complació a su otra pareja. Sujetando de la base del pene a su acompañante, la mujer sacó su lengua y comenzó a recorrer con sexual delirio el tronco negro de una verga curtida por los años, que se sentía tan extensa que por momentos la larga lengua de la mujer no alcanzaba a cubir por completo su delicioso cuerpo. Con una mano Nayeli sujetaba el colosal monstruo negro que entraba por su boca y con su mano libre la mujer jugaba con los huevos de su amante momentaneo, mientras sentía como tenía un orgasmo cuando la mujer entre sus piernas, introducía en ella sus dedos cálidos. Nayeli gemía de un placer que no conocía y que experimentaba con fuerza, intentando complacer al hombre, que sujetaba por la nuca a la chica y empujaba su tremendo monstruo hasta su garganta. 

El Violín NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora