Celos endemoniados

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A la mañana siguiente hizo un día encantador, con el sol brillando intensamente en lo alto y los parques y jardines llenos de flores, las cuales estaban abriendo recién sus capullos. Era la ocasión perfecta para dar un paseo al aire libre y Sesshoumaru no la desaprovecharía por nada del mundo. Lo único que quería era disfrutar su tiempo libre junto a la única persona con quien le interesaba estar.

"Que lindo..." suspiraba Rin cada vez que le atraía alguna cosa en especial de la vitrina de la tienda. "¡Ese oso de peluche es un amor!"

"Llévalo" le dijo Sesshoumaru, sonriendo al ver el entusiasmo de la joven. "Entra y elige lo que más te guste"

Los ojos de Rin brillaban como dos estrellas.

"¿De verdad?" preguntó sonrojada, llevándose las manos a la cara.

Sesshoumaru asintió con la cabeza, sin dejar de sonreírle. Siempre le había llamado la atención esa fascinación que Rin mostraba por las cosas, sobre todo cuando se trataba de una novedad. Era tanta la ternura que le inspiraba en aquel momento que le hubiera hecho el amor ahí mismo, delante de todo el mundo.

"Lo quiero tanto..." le dijo Rin, abrazándose a él, apoyando la cabeza en su pecho con suavidad. El demonio la abrazó de vuelta, sintiendo cómo los latidos de su propio corazón comenzaban a acelerarse. Se inclinó para besarla en los labios y pronto los dos terminaron apoyándose bruscamente contra la vitrina, llamando la atención de los que se encontraban al interior de la tienda.

"Date prisa, que después te llevaré a comer" le dijo Sesshoumaru, conteniendo la risa y abriendo su billetera para pasarle dinero. Riendo nerviosamente, la muchacha se desprendió de él y entró en la tienda para después llegar con el oso de peluche gigante y algunos otros accesorios. Era evidente que el demonio nunca escatimaba en gastos cuando se trataba de satisfacer los caprichos de su niña querida.

Para la hora de almuerzo, Sesshoumaru llevó a Rin a un costoso restaurante ubicado al lado de un pequeño lago, lo que ofrecía a los comensales una maravillosa vista de la flora y fauna de la región. Se sentaron en un rincón, donde no corría mucho viento, y ahí dejaron las bolsas de las compras que el demonio había hecho para Rin.

"¿Qué vas a pedir?" le preguntó el demonio, observándola encantado mientras la joven daba vuelta a las páginas del menú, con el ceño fruncido.

"No sé..." balbuceó, indecisa, tocándose la barbilla con una mano. "Es que es todo tan fino"

"Te recomiendo éste" le dijo Sesshoumaru, indicando con el dedo en el menú de ella, pasándole a llevar la mano sin querer. Rin se estremeció y cuando miró a su amo nuevamente a los ojos se dio cuenta de que éste había clavado los ojos en ella, viéndola con una expresión de lo más sugerente.

"Yo... Creo que mejor pido lo mismo que usted" contestó sonrojada, mordiéndose el labio. El demonio iba a decirle algo pero en eso llegó la camarera.

"Buenas tardes ¿Qué van a pedir?"

"Traiga dos langostas rellenas y una porción grande de ensaladas" dijo Sesshoumaru, volviendo a mirar el menú. "Y dos sodas con hielo, por favor"

La camarera anotó la orden y luego se retiró, sin antes olvidar dirigirles una sonrisa.

"Qué amable" comentó Rin, al verla irse.

"En lugares como éstos, la atención tiene que ser buena" respondió Sesshoumaru, sentándose derecho. "No querrán que los clientes se quejen"

"Tiene razón" dijo Rin, esbozando una gran sonrisa. Estaba tan contenta de poder pasar todo el día con su amo que deseaba disfrutar cada hora, cada minuto y cada segundo en su irresistible compañía.

Mi  RINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora