IV

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MMe retorcí de agonía no encontraba el oxígeno para respirar, mi mente era un desastre, así como el resto de mí.

El aire entró como torrente a mis pulmones, estaba desorientada a medida que mi consciencia se fundía con mi cuerpo, doloroso y abrumador... Pero... Este no era el lugar al que siempre regresaba...

¿Qué...?

No sabía dónde estaba o qué estaba ocurriendo, pero el alivio era aterrador, porque no sabía si esto era real... ¿Estaba muerta? No se sentía así, pero estaba rodeada de oscuridad por lo que no podía estar segura, quería entender, pero todavía mi mente se sentía confusa... El puente que me conectaba a Dean seguía en su lugar, solo bloqueado por el muro que mi inconsciente mantenía elevado... Solo un fragmento de su memoria fue necesario para saber todo lo que importaba.

Había regresado... Se había roto el interminable ciclo entre la vida y la muerte... Y ¿Volví al pasado?

No solo eso, un pasado en que la guerra solo existía en mi memoria, y, la única guerra que otros conocen era la de antaño, pensar que había regresado a esta época... Cuando el presente se estableció con claridad tras terminarse de unir mi mente y mi cuerpo, me estremecí de la emoción... Casi 200 años cronológicos, sin contar los siglos que permanecí reviviendo.

Todos... Están vivos...

No me había dado cuenta de que estaba sentada, se sentía tan blando y cómodo que mi cuerpo solo había estado relajado, miré a mi alrededor, aunque la oscuridad era lo único evidente y... No quería estar en medio de la oscuridad, los recuerdos todavía frescos en mi mente. Con un movimiento de mis dedos las luces se encendieron en la habitación y pude ver con claridad el lugar en que me encontraba, había olvidado cómo lucía, pero viéndola empezaba a despertar recuerdos antiguos... Era mi habitación. Hacía tantos siglos que no me rodeaba este tipo de silencio, la cama era suave, blanda y cálida, sentía como si estuviese en un hermoso sueño o despertando de una espantosa pesadilla, como si nada de lo que viví hubiese ocurrido realmente.

Mi cuerpo comenzó a temblar al comprender que al menos por el momento estaba a salvo, no había demonios golpeando los muros ni Abismales consumiendo la tierra y, más importante que todo eso, ellos seguían vivos. El alivio y esperanza que creí jamás volvería a experimentar llenó mi pecho, me permití llorar como nunca antes, lloré por la muerte de aquellos que lucharon a mi lado y de alegría pues eso solo estaría en mi memoria. Sollocé mientras me abrazaba a mí misma, sostuve con fuerza mis piernas contra mi pecho sin poder moverme en lo más mínimo.

Estaba a tiempo.

Sentí un tirón en mi costado y una risa brotó desde el fondo de mi estómago, estaba herida, pero estaba con vida, era un dolor pequeño en comparación a lo que había experimentado, y el solo hecho de sentir dolor era evidencia suficiente para saber con certeza que no se trataba de un sueño precioso, sino de la realidad, y eso me hacía infinitamente feliz.

Seguí riendo y llorando, distraída de lo que ocurría a mi alrededor, hasta que sentí una presencia que se acercaba cada vez más al lugar en donde me encontraba... De un momento a otro, el pasaje secreto de mi habitación que con los años había llegado a olvidar, se abrió, permitiendo la entrada de mi hermano, quien corría en mi dirección con la mirada desenfocada, buscándome con desesperación. No era necesario verme en un espejo para saber qué fue lo que vio en mí, ojos rojos e hinchados de tanto llorar, postura indefensa y un muro interno que le impedía el paso a mis pensamientos. En resumen, una desconocida.

Nunca había llorado, en ninguna de mis vidas lo hice delante de él, solo después de su muerte. Pero aquí estaba yo, derramando lágrimas por algo que él desconocía. Aunque a mis ojos él también se veía casi como un desconocido para mí, su cabello rojo granate lo mantenía corto, su rostro sin cicatrices, e inocencia en sus ojos dorados...

Secretos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora