Jade
Las Sabias de Driotes, eran entidades superiores... En mis vidas pasadas, poco antes de que la oscuridad descendiera ellas ascendieron a la presencia del Creador, e incluso antes de eso yo nunca fui aficionada a visitarlas debido a la incomodidad que me recorría en cuanto estaba en su presencia, eran poderosas, capaces de ver en el interior de cualquier ser vivo, saber lo que pensaba o había pensado e incluso lo que habría de pensar... Algo, sin dudas, aterrador. Sólo esperaba que los años me hubieran moldeado lo suficiente como para no ser igual a la niña que fui en aquel entonces, temerosa e incapaz de formar palabra alguna... En realidad, sería bastante vergonzoso si así fuese.
En cuanto la nave aterrizó en la plataforma me di cuenta de que, por fortuna, no temía a aquello que me esperaba, por lo visto, todo lo que había vivido me había hecho inmune a este tipo de temores infantiles... O quizás, mi voluntad de cambiar el futuro lo anulaban temporalmente, no lo sabría hasta acabar con la guerra, si es que estas entidades regresaban. Por el momento, sólo me quedaba enfrentarlas, fue así que, dejando los escoltas en la nave, emprendí el camino que restaba hacia la cima.
No pasó mucho tiempo de haber comenzado mi ascenso, que el frío comenzó a calar en mis huesos, mis botas aferrándose a la superficie cubierta de hielo, cuidadosa de no resbalar por un descuido, el camino que recorría era ancho y por el borde de lo que podría ser un empinado precipicio había estatuas, una cada un par de escalones, una forma de honrar a grandes guerreros que dieron sus vidas por las alianzas, especialmente en los tiempos más oscuros de Driotes, época de horror que podría ser superada solo por aquello que nos esperaba en el futuro, a menos que, de alguna forma, fuéramos capaces de cambiarlo.
Tras un tiempo siguiendo el sendero finalmente llegué frente a la entrada del Santuario, no había más escalones, frente a mí había dos grandes columnas a cada lado del final del camino, sobre cada columna había un pebetero oscuro, al caminar entre ellas se encendieron, no me era necesario ver su llama para saber que ésta era diferente a la de Driotes, en lugar del conocido tono azul y similares, brillaba con una luz anaranjada, sabía que se debía a que el poder que allí habitaba pertenecía no solo a mi mundo, sino a muchos más. Todavía era capaz de recordar la sorpresa que esto me había causado en mi infancia, no había dejado de mirar sus llamas, parecían ser hipnóticas, como si me estuvieran llamando a algo más, sin embargo, antes de ver cualquier imagen en ellas, mi padre me había apartado para seguir con nuestro cometido... Era pequeña y lo único que quería era quedarme viendo las llamas arder sin consumirse de un color tan diferente al que conocía, y, quizás, lograr ver qué me intentaban mostrar...
Pero ya no era una niña, sabía por qué esas llamas no se consumían, conocía las pequeñas pero poderosas criaturas que hacían eso posible. Y como era de esa forma, no volví siquiera a verlas, ellas de seguro debían recordarme de la misma forma que yo las recordaba a ellas, y pronto nos volveríamos a encontrar. Seguí avanzando, el terreno que tenía delante de mí era extenso, e incluso más que eso, parecía no tener fin. El suelo bajo mis pies era de piedra, lisa y sin una sola grieta, pese al tiempo que de seguro había transcurrido desde su creación. Más estatuas rodeaban el santuario, aunque sabía que en esta ocasión no eran solo de grandes guerreros, sino de reyes y reinas que habían permanecido fieles a la luz, eran tantas que, aunque me lo propusiera, jamás terminaría de contarlas.
Surgieron 3 luces, en medio de todo... Como estrellas... Su forma favorita de mostrarse ante los seres mortales.
v Princesa Jade Zafery, General del Ejército de Telhye, Vidente de esta época, y Luz del Futuro, os damos la bienvenida.
Una de ellas habló a mi mente, recordándome el motivo por el que decidí no volver a acudir a su presencia, la sensación de tenerlas en mi mente era diferente a la que tenía cuando era Dean quien estaba allí.
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Secretos de Sangre
FantasyEstaba atrapada entre la vida y la muerte en un ciclo infinito, cada vez que su vida terminaba volvía al pasado al momento más doloroso de esa época sin poder cambiarlo, forzándose a sí misma a seguir adelante e intentar, cada vez, cambiar el futuro...