II

16 1 0
                                    

11 años después...

Mi vida como Jade Zafery era diferente a cualquier cosa que hubiera llegado a conocer en el pasado, mi hermano era alguien maravilloso que me amaba y protegía de todo lo que creía que sería peligroso para mí. Era la segunda hija del rey Kaney y la reina Sheelie, en este lugar no teníamos guerras de sucesión, por lo que mi vida no peligraría a causa de mi hermano, no es como si pudiera imaginarlo quitándome la vida, no cuando todo en su mente era sobre su afecto por mí.

Podía vivir tranquilamente, disfrutando del tiempo con Dean... Al menos así fue al principio, hasta que, hace un año, mi madre contrató profesores particulares para mí, diferentes a los que antes compartía con mi hermano, según lo poco que leí en algunos libros que me entregaron, la vida de las mujeres era mucho más compleja de lo que pensé que podría ser, nunca lo había experimentado realmente, ya que en mi vida anterior mi madre me había criado como hombre para protegerme de mi padre quien asesinaba a sus hijas y dejaba vivir a sus hijos buscando un heredero... Tal vez, de haber tenido la oportunidad de vivir como mujer en el pasado, habría tenido que aprender todo lo que me intentaban enseñar ahora, sin embargo, no me gustaba, no quería vivir como me decían igual que fue en ese entonces, quería deshacerme de los incómodos vestidos que me obligaban a usar, sólo quería estar en paz.

No sabía cómo convencerla de mi postura, este último año he intentado demostrarle que no sirvo para esa vida, y, aun así, ella parece estar determinada a convertirme en una señorita ejemplar. Era sorprendente su tenacidad, pero ella no sabía que, aunque tenía el cuerpo de una niña de 11 años, mi desarrollo mental se había estancado en mis 29 años, edad que tenía al momento de morir, y, puesto que había vivido la mayor parte de mi vida en el campo de batalla, esta vida de señorita recatada no era para mí... Aunque tampoco quería volver a luchar en una guerra, yo... Yo solo quería vivir perezosamente lo que me restaba de vida, mi alma estaba cansada, la muerte me había rodeado por muchos años y había destruido gran parte de mi ser, la sangre en mis manos tampoco sería borrada, incluso tras renacer, porque, aunque ahora residía en este cuerpo y respondía al nombre de Jade, seguía siendo Gael, aquella que torturó hasta la muerte a su familia sin siquiera derramar una lágrima o sentir misericordia por alguno de ellos.

Seguía siendo un monstruo, sólo que en el cuerpo de una niña.

Ahora, mi único propósito, era dejar de lado cualquier expectativa que mis padres o el mundo pudieran tener en mí, y, lo que estaba por hacer, era parte de mi plan para conseguirlo, y, por supuesto, mi hermano era una pieza clave para completar mi estrategia, solo esperaba que funcionara, no quería verme obligada a escapar.

Observé, a través del espejo que tenía frente a mí, al reflejo de mi hermano, quien, a mis espaldas, seguía temblando con la navaja que le había entregado en la mano, podía sentir su inseguridad a través de nuestro vínculo, se debía al pedido que le había hecho... Era el único que escucharía mi petición y cortaría mi larga y rojiza cabellera, ambos sabíamos que esto no sería bien recibido por nuestros padres, él tampoco tenía experiencia en el área de la peluquería, por lo que entendía que se sintiera abrumado ante la situación, quería ser paciente con él mientras que reunía el valor de llevar a cabo mi petición... Él realmente quería ayudarme porque yo no era el tipo de persona que pedía ayuda, sabía hacer todo por mi cuenta desde que fui capaz de caminar, esta clase de situaciones eran la excepción, no era lo suficientemente habilidosa como para este cometido.

"Dean, todo está bien. Relájate, de esa forma evitarás rebanarme el cuello."

Envié mis palabras a la mente de Dean, instándolo a cometer este acto que tendría consecuencias para ambos... Me sentía un poco culpable porque sentía cómo era incapaz de negarse. Fue así como Dean comenzó a cortar mi cabello, mechón por mechón, cayendo este a sus pies a medida que la navaja hacía su trabajo, llegando al momento en que debía ser capaz de ver mi nuca. Solo fueron necesarios unos cortes más para lograr imitar el corte de pelo que él tenía, y cuando terminó parecíamos ser la misma persona, al ser tan perfeccionista esto había quedado mejor de lo que había anticipado, no podía ser de otra forma, le había enviado la imagen de cómo lucía él para que tuviera como referencia, pero en cuanto soltó la navaja sus manos volvieron a temblar como al principio, incapaz de verme a los ojos pese que, a través del vínculo debía sentir mi satisfacción por el cometido.

Secretos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora