—Pero... nadie puede morir dos veces, ¿cierto?Su pecho amortigua mi temblorosa voz, con su mano pasando suavemente sobre mi cabello.
—Al parecer ese tonto si.- habla tan bajo que apenas lo escucho, a pesar de nuestra cercanía- Ya no está.
"Aférrense a ese sentimiento, niños. Dejen que cale hondo en sus corazones, para que jamás vuelva a repetirse"
Esas fueron las palabras de Reginald en el funeral de Ben, aún podía escuchar su amargo tono y ver sus ojos tan fríos como la temperatura de ese día, el día en que la academia umbrella cambió.
La nieve cubría el patio y con los segundos mis pies se hundían en ella, helándome a través de las oscuras calcetas, de no ser por mis dedos adoloridos y engarrotados el paraguas estaría en el suelo.
Recordaba vívidamente a mis hermanos discutir, voces lejanas culpándose entre sí, quebrantando los débiles lazos que habían sobrevivido esos 17 años.—Vamos, Gwenie, está helando aquí afuera, corazón.- Klaus se mantuvo a mi lado, sujetando mi antebrazo con delicadeza- No quiero que pesques un resfriado, no deberías estar usando falda para empezar.
En silencio me guío bajo el quiosco, cerrando nuestros paraguas y frotando sus manos en mis brazos.
—Tus labios se están poniendo.- murmura, sacando su pequeña licorera de su saco- Iremos a la chimenea, le dire a mamá que prepare choco...
—¿Puedes verlo?- lo interrumpo, dejándonos en silencio mientras bebe- ¿Puedes traerlo?
Parece pensarlo hasta mover su cabeza en afirmación y sus puños se cubrieron de una tenue luz celeste.
Klaus y yo éramos egoístas, no lo decíamos, ni siquiera lo pensábamos cada que el vidente parloteaba con Ben, pero lo sabíamos. Teníamos a nuestro hermano muerto atado a nosotros, cargando con la responsabilidad de mantener nuestra estabilidad emocional y siempre fue así, vivo o no, Ben estaba ahí.
No lo veía, ni escuchaba, pero estaba bien con saber que aún lo tenía, egoístamente.—Ya no está.- repito en un suspiro, tallando mis ojos- Deberíamos bajar.
Klaus también suelta un suspiro antes de levantarse de la cama, sujetando mi mano al bajar.
—Y ahora somos las personas más buscadas del mundo.- Allison habla, después de ver sus fotos en televisión- El FBI está tras nosotros, la policía y el servicio secreto. Pronto sabrán que estamos aquí.
—¿A donde se supone que vayamos?- cuestiona Siete
—Tengo una yurta en las afueras de Reikiavik.- comenta Cuatro, soltándome para pasar su brazo por mis hombros- Podríamos ir ahí, la gente es rara, pero amable.
—Papá tiene una casa en Nuevo México.- informo
—Hey, tonto y Gwendoline. Escondernos no servirá de nada.- niega Cinco- La comisión nos perseguirá todo el tiempo y lugar.
—Tiene razón.- Inter viene Diego- Nunca se detendrá.
—¿Desde cuándo eres experto en la comisión?
—Desde que estuve allí.- responde con simpleza- Me ofrecieron trabajo, de jornada completa con beneficios y tuve que rechazarlo.
—¿A ti, el tonto del pueblo?- Cinco continúa con cinismo
—¿Qué? ¿No puedo ser bueno en algo?
Me recargo en Klaus cansada de las discusiones, igual que los demás que ruedan sus ojos con fastidio.