Capítulo 6: Decantente

552 50 17
                                    

Lunes 15 de marzo de 2021
125 días antes de...

L Y S A N D E R

Olor a antiséptico y humedad, el goteo de la intravenosa, el ruido molesto del monitor y del respirador artificial sonar en un intervalo de tiempo continuo. Todo esto acompañado de un frío que cala hasta los huesos en cuanto pones un pie en la habitación.

Es lo primero que captan todos mis sentidos al entrar a la oscura y lúgubre habitación del viejo hospital.

Mis ojos barren todo el conocido lugar, pero mi vista no cae en las gastadas paredes ni la antigüedad de todo lo que me rodea. Es la camilla vieja en el centro de la habitación, con las maquinas a sus lados y el hombre acostado en ella, lo que llama mi atención desde el inicio.

Me quedo parado en el umbral, mirándolo, analizándolo, sin entrar completamente al lugar. Me doy el tiempo de quedarme ahí sin moverme.

—Joven Lysander —una enfermera, la que atiende con regularidad al hombre en la camilla frente a mí, aparece y se posa a mi lado—, es un gusto verlo otra vez, no lo veía hace ya bastante tiempo. ¿Dónde ha estado? Las enfermeras lo han extrañado. —concluye, sonriente.

—Hola, señora Smiz. Lamento la demora, estuve ocupado con el trabajo. —ladeo mi rostro para verla.

La mujer de edad avanzada, con arrugas trazando su piel, su rostro maquillado ligeramente, su cabello con olor a tintura y vestida con el traje oficial del hospital se queda a mi lado, mirándome.

La veo poner sus manos en su cintura al escucharme hablar. Ella adopta una postura distinta a que tenía al inicio, más a la defensiva. Cruza sus brazos en su pecho y frunce su ceño mientras me mira.

—Por favor, Lysander. ¿Cuántas veces tengo que repetirte que me llames Kelly y no señora Simz? —regaña, indignada— Parece que no logras sacar el "señora" de tu vocabulario. Tengo cincuenta años, pero aún soy una señorita. —me corrige y yo alzo mis hombros.

—Lo siento, Teresa, es la costumbre —digo, riéndome de su forma de responderme.

Vuelvo mi vista a la habitación frente a mí y me decido por entrar.

—Te dejo para que estes tranquilo, si me necesitas presionas el botón de la pared. Bueno, ya lo tienes claro, ¿verdad? —ella posa su mano en mi hombro.

—Sí, Kelly. Gracias. —respondo sintiendo como ella quita su mano y se retira de la habitación al mismo tiempo en el que yo entro en ella y la puerta es cerrada tras de mí.

El silencio llena el lugar, si no fuera por el sonido de las maquinas funcionando, lo único que se escucharía sería el tenue sonido del murmullo en el exterior del hospital.

Camino hacia el centro de la habitación, llegando a la cama. Me quedo parado viendo al hombre acostado en ella, analizándolo fijamente con la mirada. Miro su ropa, su pecho bajar y subir en un movimiento constante y la tranquilidad que él denota.

La edad ha jugado su papel en él, en su salud mental y física. Dejando rastro del pasar de los años.

Tomo una silla y me siento en ella, cerca de la cama, lo suficiente para no perderme nada de lo que sucederá a continuación.

—¿Te sientes cómodo, papá? —pregunto, mirándolo de pies a cabeza— Te ves cómodo, tranquilo —me acerco a su rostro— y no sabes cuanto lo odio. —espeto, cerca de su rostro— No tienes idea cuanto odio que estes aquí y no pudriéndote en la maldita cárcel.

El desprecio, el asco, el odio, el repudio que siento por el hombre acostado frente a mí, hombre al que llamé un día padre. Al que un día amé, respeté y admiré.

Lawless Lawyer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora