Capitulo III: El gran viaje parte 1

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Puebla de los Ángeles – México 15/05/2012

Otro día más, el momento ha llegado. Leo tenía todo preparado para su viaje a Santa Cecilia para responder aquel acertijo del pergamino. Estaba decidido y no había marcha atrás.

Nando: leo ¿estás seguro en lo que haces?

Leo: estoy seguro, tengo que hacerlo. Además, al parecer la misión que me otorgó Godofredo parecía urgente.

Nando: bueno, no vayas a mojarte los pantalones si ves algo *se ríe*

Leo: *sarcasmo* jaja muy gracioso

Nando: ay leo, no tienes sentido de humor.

Después de esto, ambos se dieron un abrazo con una sonrisa en ambos rostro.

Dionisia: más te vale que no vayas con la panza vacía mijo, ten *le entrega una meriendita* te lo hice para ti.

Leo: gracias nana, lo necesito.

Dionisia: gracias mijo, se me cuida mucho.

Nando: je, oye deberías que avisarle a la abuela que te vas.

Leo: ¡oh, es cierto! Ahorita le voy a decirle.

Se fue corriendo hacia la habitación de su abuela. Por suerte, ella estaba durmiendo. Se acercó a ella con mucho cuidado. Trato de moverla para despertarla, no se despertó. Repitió lo que hizo, aun nada. Trato de despertarla susurrando a su oído.

Leo: *susurro* ¿Abuela? ¿Abuela?

Nada. Ya se estaba asustando. De repente, su hermano entro a la habitación.

Nando: *susurro* ¿ya se lo dijiste?

Leo: *susurro* ¡no! Ni siquiera se despierta.

Nando: *susurro* qué raro.

Leo: *susurro* ¡ya me estoy asustando! ¿Qué hago?

Nando se acercó para verla. Chequeo todos los signos vitales de la señora. Hasta que reviso su pulso cardiaco. Se paralizo en un momento, leo lo miro con mucha curiosidad y preocupación.

Leo: ¿y bien? ¿Qué le pasa?

Nando se acercó con delicadeza y se arrodilló justo delante de el con lágrimas en sus ojos. Leo no comprendía lo que estaba haciendo, hasta que su hermano le dijo:

Nando: leo, de verdad lo siento. La abuela... falleció.

El mexicano al escuchar esas palabras, abrazo al mayor escondiendo su cabeza, llorando como un niño pequeño. Su abuela ya le llegó su hora de partir, no quería que eso pasaría. Le dolió mucho.

Hubo un velorio para honrar a la difunta. Pero leo no quería participar, ya no quería verla en aquel estado, sin vida. Por suerte, algunos vinieron a consolarlo, entre ellos su hermano y su nana. Los días pasaron, Toñita fue enterrada en el cementerio comunal del pueblo. Nuestro protagonista decidió cancelar su viaje por tal tragedia, estaba adolorido, no quería hablar con nadie. Una tarde tranquila, su hermano decidió saber lo que pasaba con el menor, subió a su habitación, abrió la puerta con delicadeza y ahí estaba, con los ánimos hacia abajo, algunas lágrimas cayendo de sus mejillas y unos platos de comida sin terminar.

Fernando tenía que hacer algo que tal vez no había hecho en años como hermano mayor, consolarlo, o al menos tratar de hacerlo.

Nando: *toques suaves con la puerta*

Leo asomo su cabeza con lentitud y al ver su hermano solo voltio a otro lado, afirmando que no quiere hablar con nadie.

Nando: ¡oh vamos, leo! ¡No vas a quedarte en este cuarto para siempre! ¿No que ibas a partir a algún sitio?

El mencionado no dijo nada.

Nando: *suspiro* mira sabes que no soy bueno con estas cosas, pero mi punto es... es que no me gusta verte de esa manera.

Leo: *voltio un poco su cabeza confundido* ¿Por qué?

Nando: te sientes adolorido por lo que paso con la abuela.

Leo: *un poco molesto* apuesto que tu no lloraste por esto ¿verdad?

Nando: claro que sí, yo también me siento así, leo. Y te digo porque también me duele demasiado que ella se hubiera ido y nos dejó con un peso encima.

Leo: ¿de verdad piensas en eso? Pensé que no te importaba nada, incluyéndome.

Nando: claro que me importas ¿Por qué crees que estado tratando de algún modo que te mejores de esto que está afectando? Chisguete, en serio no me gusta verte de esa manera. No como estas.

No sé si considerar esto como una discusión consoladora, pero si funciono para consolar a nuestro protagonista. No sé cómo, pero su hermano hizo un gran trabajo, hizo que su hermano lo abrazara por largo minuto para tranquilizarlo. Se sintió bien, hasta para él. Nunca sintió un abrazo caluroso de hermanos en su vida. Se separaron y leo se limpió las lágrimas restantes de sus ojos. Ambos se miraron con una sonrisa sincera de lado a lado de sus rostros.

Leo: gracias Nando, de verdad no sé cómo lo hiciste, pero gracias por tratar de sentirme mejor.

Nando: no es nada, leo.

Ambos se fijaron que el día ya había terminado, los dos se dispusieron en ordenar el cuarto y bajar para ir a cenar. Después de tal acto, se acomodaron para irse a dormir. Leo ya se sentía mejor después del ofrecimiento de cariño por primera vez por su hermano, tal acto que lo conmovió y lo hizo dudar lo que dijo: tal vez tendría que superar, tarde o temprano, el fallecimiento de su abuela y seguir adelante, sabiendo que en muy dentro ella va estar ahí para apoyarlo siempre, aunque no lo vea con sus poderes, puede sentir su presencia, como el sentir de sus amigos.

Lo pensó muy bien y tomo su decisión. Iría mañana a su gran viaje para resolver el acertijo del pergamino.

Leo: *en su mente* y no habrá nada ni nadie que me detenga.

Fin

La leyenda del príncipe de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora