capítulo ★ treinta y cinco

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[Jeongin]

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[Jeongin]

Siempre se me había dado bien esconderme. Desde muy pequeño me era fácil encontrar refugio en pequeños huecos junto a cubos de basura o callejones apartados. Había días en los que dejaba de ser una escapatoria y comenzaba a volverse hasta divertido. Luego había otros días en los que estaba muerto de miedo y solo me sentía como uno de esos perritos que solía ver a través del cristal del coche, uno de esos pequeñitos que caminan solos por la calle y se refugian de cualquier ser humano existente.

Pero si, la mayoría del tiempo era divertido.

No entendía porque justamente en estos momentos no me sentía de esa forma. ¿Quizás porque la gente que me perseguían no eran niños con la fuerza de, exactamente eso, un niño? ¿Por qué mi casa ahora estaba demasiado lejos como para salir corriendo hasta ella? ¿O simplemente porque me había vuelto aún más cobarde que cuando era pequeño?

Aquello de imaginar que todo era un juego ya no me funcionaba. Sabía que cuando Younghoon y sus amigos me encontrasen, no iba a poder escapar. No iba a poder tirar de la manga de un adulto y pedir ayuda, porque eran unos adultos en sí los que me infundían el miedo.

Por eso, ahora me encontraba sentado en la fachada trasera de la escuela, metido entre todos los arbustos y tan encogido sobre mi mismo que sentía como la chaqueta del uniforme me fuera a estallar en cualquier momento. Además de que las ramas se me enganchaban por todos lados y como me arañaban, no podía mover ni un solo dedo, ni siquiera para limpiarme las lágrimas. Por eso las aguantaba con toda mis fuerzas, cerrando los ojos y pensando en cosas bonitas.

O eso último, intentándolo al menos.

No podía dejar de ver la mirada de Younghoon persiguiéndome allí donde fuera, y eso que tan solo se la había sostenido un segundo. Parecía que me fuera a comer solo con sus ojos, y quizás no lo fuera a hacer precisamente con ellos, pero sus dientes estaban perfectamente afilados para pegarme un mordisco tras otro si quisiera.

Si tan solo me hubiera tomado mi batido en el recreo, nada de esto estaría sucediendo. Si no lo hubiera perdido hasta última hora y hubiera decidido tomarlo en ese momento. Si no me hubieran asaltado por detrás, saludándome a medio centímetro de mi oreja, y yo por instinto no hubiera apretado el batido, haciendo que saliera disparado y le manchara toda la cara a Younghoon.

Si todo eso no hubiera pasado, probablemente ahora estaría de camino a casa tranquilamente y no escondiéndome entre unos incómodos matorrales.

Pero para mí desgracia, no era el caso. La realidad dolía incluso más que las ramitas que me arañaban los mofletes con cada movimiento. Más que haber desperdiciado el delicioso batido de chocolate a penas recién empezado. Mucho más que todo eso. La realidad daba miedo.

─ ¡Aquí estás!

Y me había encontrado.

Levanté la vista lentamente, aterrado, rezando en mi interior para que aquella voz hubiera procedido de mi imaginación y no de unos labios reales. Unos labios como los de aquel chico rubio que me miraba desde lo alto, sonriendo deliberadamente mientras yo temblaba de miedo a reconocerle como uno de los amigos de Younghoon.

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