capítulo ★ cuarenta y cinco

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[Jeongin]

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[Jeongin]

Ese día no fue el único que Minho hizo acto de presencia en las horas que nos tocaba limpiar, y de alguna forma las cosas siempre terminaban igual. Jisung rechazándole y convenciéndome para marcharme y dejar que el más bajito terminara limpiando toda la sala. Me daba pena, pero el pelinegro solía estar tan enfadado en esos momentos que no me veía con ningún valor para llevarle la contraria.

De cualquier modo ya tan solo nos quedaban tres días de sufrimiento, solo tres y podríamos volver a casa a la misma hora que todo el mundo, a unas decentes.

Ya habían pasado dos semanas desde la guerra de comida. Después de eso me puse a pensar en todo lo que habíamos desperdiciado y me arrepentí en cantidad, pero a pesar de todo no podía dejar de sonreír idiotamente al recordar lo bien que me lo había pasado. Incluso con la interrupción bajo las mesas.

Otra novedad era que al parecer, mi hermana y Moonbyul habían vuelto a hacer las paces. De hecho, no era por exagerar, pero parecían mucho más unidas que antes. Cuando les pregunté el porqué del repentino cambio, mi hermana me mandó callar, me dio una patada y declaró que jamás se volvería a hablar de ese tema en la casa. Yo no estaba de acuerdo, tenía mucha curiosidad por saberlo, pero las patadas de mi hermana eran fuertes, y yo no quería probar ninguna más de las necesarias.

El caso era que todo volvía a marchar bastante bien. Conseguía sacar mis estudios adelante, iba a terminar el castigo, con tanta práctica casi había aprendido a silbar, y había días en lo que podía pasar una clase entera sin mirar a Hyunjin.

─ Jeongin, aunque cierres los ojos, no desaparezco.

─ ¡Lo sé bobo, pero en mi cabeza sí! ─respondí orgulloso al pelinegro, agitando el palo de fregar en señal de victoria. ─ Es un plan genial contra los monstruos. Te tapas los ojos y desaparecen.

─ Prueba a hacer eso en una apocalipsis zombie, a ver si funciona.

─ Las apocalipsis zombies no existen, idiota.

─ ¿Y los monstruos sí?

─ ¿Si no existen qué es lo que vive debajo de tu cama entonces?

─ Mis ganas de soportarte ─respondió sin pensarlo. Sí, las mejores respuestas solían venirle solas, y yo me moría de envida por ello. En mi caso me pasaba un millón de años buscando el insulto perfecto para que luego ni siquiera pudiera compararse a su saludo de buenos días. ─ ¡Ah, con el palo no, que duele, ya te lo he dicho!

─ ¡Deja de decirme cosas feas, estúpido!

─ Ya sabes que te las digo en brom- ¡Ah, Jeongin , para ya!

Me quitó el palo de escoba de las manos y lo lanzó al suelo antes de salir corriendo a por mí. En menos de un segundo yo me encontraba huyendo a la velocidad del rayo por todo el comedor, sintiendo verdadero miedo recorriéndome. De verdad que en mi mente parecía que me perseguía un monstruo y no mi mejor amigo.

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