4: ELNATH

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Durante todo el camino de vuelta, Vanja viene a mi lado, cabalgando junto a mí. No obstante, cuando entramos en Ariante, la capital de Runáh, y el pueblo sale a recibirnos con gritos y ovaciones, me giro hacia ella para buscar complicidad en su mirada y ya ha desaparecido.

Vanja tiene esa habilidad. Por eso es la tercera de Soren.

No vuelvo a encontrarla hasta mucho después, en una recepción mucho más íntima en uno de los jardines del palacio.

No hemos tenido tiempo de descansar, ni de quitarnos de encima el polvo y la tierra del camino.

La corte está aquí para celebrar la victoria de Soren y nosotros debemos cumplir. No nos separamos mucho de él. Permanecemos siempre unos metros por detrás, a la vista, por si nos necesita.

Vanja ha traído dos copas y me ha mirado mal cuando he alargado la mano creyendo que una era para mí.

—Bienvenido a casa, soldado.

Cuando me doy la vuelta para responder, descubro a un joven esbelto, de rasgos angulosos y rizos cobrizos, del color del óxido, esbozando una sonrisa discreta mientras trae consigo dos copas en las manos. Una de ellas, esta vez, sí que es para mí.

—Gris —lo saludo.

—Me alegra que no hayas muerto —ronronea—. Verla a usted me da un poco más igual —añade, dedicándole una sonrisa a Vanja.

Vanja le devuelve una mueca ácida y levanta una de las copas para fingir que bebe a su salud.

—Veo que sigue tan amable como siempre —bromeo.

—Y yo veo que sigues sin tutearme. ¿Cuántas veces tenemos que pasar juntos la noche para que consideres llamarme por mi nombre?

Escucho que Vanja murmura una maldición por lo bajo. A mí, sin embargo, me entra la risa.

—¿Es una oferta?

—Puede —contesta, y le da un trago largo a su copa, tan largo que la apura—. Esta recepción empieza a ser un poco aburrida, ¿no te parece?

Miro a mi alrededor, a la gente que comienza a llegar, a Soren manteniendo la compostura mientras Sirania, la viuda de su padre, lo introduce en conversaciones y lo obliga a pasearse por ahí, dedicando atención a personas que ni siquiera han ido a la guerra.

—Mírame. No me he cambiado desde que hemos llegado. Estoy cansado y sucio. Tengo tierra y polvo por toda la ropa.

Un sonido que brota de su garganta, como un ronroneo, me eriza el vello de la piel.

—Tengo una bañera muy grande.

Me paso la mano por el pelo y ladeo la cabeza, inquieto, tentado. Muy tentado.

Me gusta Gris porque me reconozco en sus provocaciones, en sus gestos, en las insinuaciones... Por una vez, yo estoy al otro lado, y desde el primer día ha resultado excitante.

Hay cosas de Gris que no me gustan. No nos gustan a ninguno que lo conocemos lo suficientemente bien como para saber que es mejor mantenerlo cerca para tenerlo vigilado, procurando no darle nunca la espalda.

Sin embargo, aquí, ahora...

—Yo me retiro ya, Elnath. La oferta sigue en pie si quieres venir. Te aseguro que se descansa mucho mejor después de un buen... baño —insinúa.

Luego me guiña un ojo y se aleja hacia uno de los camareros para intercambiar su copa vacía por otra llena, de la que comienza a beber inmediatamente.

Vanja, a mi lado, resopla.

—Será imbécil.

Me quedo mirándola, pero no respondo.

La princesa de invierno (¡YA EN LIBRERÍAS!) *primeros capítulos*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora