5. Recuerdos del Valle de Godric

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- ¡Al! - Aberforth entró por la puerta de golpe, gritando el nombre de su hermano como cuando eran pequeños, hacía tiempo que no se sentía tan feliz. - Sólo quería decirte que...

Cuando levantó la mirada, lo que vio le dejó momentáneamente sin palabras: su hermano estaba besándose apasionadamente con otro hombre. No era que no supiera y aceptara las preferencias de Albus, pero nunca lo había visto directamente; lo que más le chocaba es que se hubiera animado a tener una nueva relación después de tantos años. De pronto, lo entendió todo cuando los dos se giraron hacia él y le miraron asustados por verse atrapados: nunca olvidaría ese rostro, aunque estaba mucho más mayor; el hombre que su hermano les había presentado como Albert McShot, el hombre con el que su hermano parecía tener una relación... era Gellert Grindelwald.

-  ¡TÚ! - Exclamó, cambiando su semblante de confusión a profunda furia. Sacó la varita que siempre llevaba guardada en la manga de la camisa y les apuntó con ella a los dos. 

- Maldita sea... - masculló Albus, poniéndose delante de su pareja. Cerró los ojos un segundo, apesadumbrado, e hizo lo primero que se le ocurrió. -  Lo siento, hermano... Petrificus totallus

El tabernero cayó al suelo de espaldas, consciente de lo que estaba pasando y muy furioso, pero sin poder moverse. Una vez más, Albus había elegido a Gellert Grindelwald por delante de su familia; una vez más, cuando creía que podían ser los hermanos que debían haber sido, Albus le había decepcionado.

- ¡Vete! - Exclamó el profesor, mirando a Gellert, desesperado.
- Pero... Albus... - protestó el búlgaro, sin querer dejarlo solo. - Podríamos... - Albus fue hacia él y lo abrazó, hablándole al oído.
- Aberforth está demasiado furioso - susurró con cariño. - No sé si podré hacer que lo entienda, pero si sigues aquí no creo que pueda. Vuelve a Londres y espérame en casa, yo arreglaré esto.

Gellert miró a su amado, resistiéndose a dejarle solo para que se enfrentara a la ira de su hermano, pero Albus le estaba implorando que se marchara. Le besó suavemente en los labios, antes de volver a tomar la apariencia de Albert. Con una última mirada de disculpa a Albus, salió por la puerta y bajó las escaleras corriendo.
El profesor esperó unos minutos, para darle tiempo a que se marchara de Hogsmeade, y suspiró, preparándose para que su hermano le rompiera la nariz por segunda vez.

- Finite - murmuró para liberar a su furioso hermano. 

Cuando se vio libre, Aberforth se levantó de un salto, aunque ya no era precisamente un niño, y agarró a su hermano por el chaleco de lana que llevaba y lo estampó contra la pared. 

- Aberforth, por favor, escucha un momento - le pidió Albus, intentando calmarlo.

- ¡No me pidas que me calme, maldito estúpido! - Exclamó, sin importarle quien pudiera escucharlo. - ¡Tú! ¡Tú y ese! ¡Y ese! - Le estaba gritando, escupiendo las palabras casi tartamudeando de lo furioso que estaba. Su cara estaba roja de ira. - ¡Nos... nos engañasteis a todos! 

- Trata de entenderlo, Abbey... él ha cambiado, te lo juro - siguió diciéndole el profesor, nervioso y triste. - Sólo queremos ser felices y esa fue la única manera...

Aberforth lo soltó y le miró con profundo odio, luego le dio un puñetazo que lo tiró directamente al suelo.

- ¡Eres un estúpido y un egoista, Albus! ¡Sólo miras por ti mismo, condenado bastardo! - Le gritó de nuevo, su hermano recibió los insultos en silencio. - ¡Ariana murió por su culpa y tú... tú... ! Ya no eres mi hermano... y voy ahora mismo a buscar a Theseus Scamander para que se encargue de ti.

El tabernero, más furioso que nunca en su vida, le dio la espalda a Albus, dispuesto a denunciarlo ante el mismísimo Jefe de Aurores. Aquello fue un error, el profesor se puso en pie con dificultad y agarró su varita, cerrando los ojos con tristeza un segundo.

1. Animales Fantásticos: Carrusel de emocionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora