1. Animales Fantásticos: Carrusel de emociones

12. El juicio

Aberforth le pegó tal puñetazo en la nariz que Albus estaba casi seguro de que se la había partido de nuevo.

- ¡ERES UN CONDENADO ESTÚPIDO, ALBUS DUMBLEDORE! - Le gritó a la cara el tabernero. - ¡CON LO JODIDAMENTE INTELIGENTE QUE ERES, ¿NO SE TE OCURRIÓ OTRA COSA QUE MODIFICAR MI MEMORIA?!

Alertado por los gritos, Credence Dumbledore apareció por las escaleras desde la planta superior. Se quedó mirando a su tío en el suelo, con una mano sobre la cara, mientras su padre estaba frente a él con las manos en la cintura.

- ¿Papá? - Preguntó el joven, extrañado por la escena. - ¿Pasa algo?
- Nada, Credence, que aquí tu tío Albus es imbécil - gruñó Aberforth, dulcificando un poco el tono al contestar la pregunta a su hijo.
- Ah... - murmuró Credence, aguantándose la risa por la situación. - ¿Estás bien, amm... tío Albus? - Preguntó un poco dudoso.
- Nunca lo ha estado desde que lo conozco - contestó Aberforth, antes de que Albus pudiera decir algo.

Aún así le ofreció una mano a su hermano para que se pusiera en pie.

- Contestando a tu pregunta, hermano - dijo Albus, una vez se levantó. - En ese momento, no estabas demasiado receptivo a ninguna de mis explicaciones.
- Nunca estaré receptivo a aceptar tu relación con ese hombre, Albus - contestó Aberforth, cruzado de brazos. - Y nunca voy a entender que ves en Gellert Grindelwald.
- Que es mi primer y único amor desde que tenía diecisiete años - contestó Albus, con tristeza. - Por eso hicimos lo que hicimos, fingiendo su muerte y casándonos en secreto.
- Ey, ey - intervino Credence, bajando las escaleras del todo, alarmado. - ¿Cómo qué casado con Grindelwald? ¿Grindelwald no estaba muerto?
- Credence... - empezó Albus, pero su hermano pequeño lo interrumpió.
- Deberías estar en la cama, hijo - dijo Aberforth preocupado; se había dado cuenta de lo que Credence había tratado de ocultar: en su precipitación por bajar la escalera, se había tambaleado un poco. - Aún no estás del todo recuperado.
- Estoy lo suficientemente bien, papá - le aseguró el joven, poniéndole una mano en el hombro a su sobreprotector padre. - ¿Tío Albus?

El profesor suspiró ante la mirada inquisitiva de su sobrino, tan parecida a la de su padre.

- Grindelwald... Gellert... bueno, digamos que hace meses que cambió de opinión - explicó Albus, sentándose en una de las sillas de la taberna. - Como supongo que ya sabrás, él y yo tuvimos una relación cuando éramos unos críos estúpidos; la retomamos en secreto y fingimos la muerte de Gellert para que dejaran de perseguirlo. Sin embargo, no tuvimos el suficiente cuidado o dejamos demasiados cabos sueltos... y ayer detuvieron a mi esposo... sé que no lo merezco, Aberforth, Credence... sé el daño que os ha causado pero necesito vuestra ayuda...

Antes de que ninguno pudiera contestar, la puerta de la taberna, a pesar del letrero que ponía cerrado, se abrió de golpe. Newt Scamander entró por ella apresuradamente.

- Tú, maldito chico, ¿no sabes leer un puñetero letrero? - Le espetó Aberforth, de malos modos. - Desde luego, un Grindelwald tenías que ser...
- ¿Tu hermano lo sabía, Albus? - Preguntó el magizoologo, mientras el antiguo obscurial ponía cara de asombro. - Ejems, da igual... lo siento por entrar así, señor Dumbledore - se disculpó con el tabernero. - Buscaba a Albus...
- ¿Newt? ¿Qué ocurre? - Preguntó Albus, extrañado por la presencia del joven allí; cuando se habían separado, un día atrás, sólo le había pedido que convenciera a Gellert de que regresara a casa.
- Albus, Theseus ha conseguido que Gellert sea juzgado justamente por la Presidenta Santos en persona - anunció, con cierto triunfo en la voz. - Tendrá una oportunidad, justo como él quería.

Albus miró a su cuñado con confusión, sin entender nada de lo que estaba hablando. Theseus Scamander era el primero a quien le convenía que encerraran a Gellert y tiraran la llave, puesto que había caído en el engaño y certificado su muerte...