8. El primer día del resto de nuestras vidas

315 20 1
                                    

"Estoy casado con Gellert Grindelwald" pensó Albus nada más despertarse a la mañana siguiente, observando el lazo que les unía sin poder creerlo. Se movió lentamente para no despertarle y le dio un pequeño y amoroso beso en los labios. 

- ¿Querías aprovecharte de mí mientras estaba dormido, mi amado esposo? - Oyó Albus la voz somnolienta de Gellert.
- Tú lo haces siempre que puedes - susurró el profesor, bromeando, y volvió a besarlo. - Lo siento, amor mío, no pretendía despertarte.
- Que todas las veces que me despiertes sea así - contestó Grindelwald, volviéndose hacía él y abrazándole. - Aunque creo que alguna vez vas a hacerlo para regañarme - añadió, con una sonrisa. - Ya sabes que no puedo evitar hacer travesuras... - le dio un pequeño lametón en el cuello.
- Gelleeert - fingió regañarlo el profesor, dejándose hacer - ¿no tendríamos que levantarnos y marcharnos de vacaciones? Bueno... supongo que ahora será más bien una luna de miel.

El búlgaro sonrió y estiró los brazos por encima de su cabeza, presumiendo de su cuerpo desnudo.

- ¿Seguro que quieres marcharte y no seguir disfrutando de este bien formado cuerpo? - Preguntó, haciendo el tonto.

Albus volvió a besarle, lo cierto es que le costaba mucho separarse de su amado.

- Si por mi fuera, nos quedaríamos en la cama todo el día, todos los días, querido - sonrió el profesor, acariciándole el pecho con suavidad. - Sabes igual que yo que eso no puede ser, aunque sea un fastidio.
- Pues que me acaricies así no ayuda mucho...

Justo en ese momento, una carta sellada apareció por la ventana de su dormitorio. El encantamiento Fidelio impedía que ni siquiera una lechuza pudiera  entrar en la casa, pero no que les llegara el mensaje.  Albus la cogió al vuelo y palideció al ver el nombre que ponía en la carta. Al ver que ni la abría, ni hacía ninguna otra cosa, Gellert se incorporó preocupado, pero no le quitó la carta, que iba dirigida a él.

- ¿Albus? - Preguntó, pasándole un brazo por los hombros. - ¿Estás bien?
- Me... me ha escrito Aberforth - tartamudeó el profesor, sin atreverse a abrir la carta. - Y sí.... y sí...

Harto de los titubeos de su esposo, Gellert decidido cortar por lo sano y le arrancó la carta de las manos. La abrió y empezó a leerla en voz alta.

- "Albus, te fuiste tan rápido con tu amigo que no pude daros las gracias a los dos por lo que hicisteis para ayudar a Credence", pues parece que no recuerda nada - comentó Grindelwald para aliviar el pánico de su esposo. - "Te escribo para decirte que el chico ha despertado y está bien, aunque necesitará guardar cama durante un tiempo, se recuperará. Gracias a ti y a tus amigos puedo tener a mi hijo contigo y eso no lo olvidaré, hermano. Espero qué tu amigo y tú seáis felices, os vi en la taberna y me alegro por ti. A. D. "

Una pequeña lágrima corrió por la mejilla de Albus al oír las palabras que su hermano había escrito; Gellert se apresuró a secarsela con un cariñoso dedo y lo abrazó, dejando la carta a un lado.

- No pasa nada, Albus... no pasa nada - le susurró al oído. - Las cosas con tu hermano se arreglaran, nos ocuparemos de ello, ¿de acuerdo? ¿Eh? ¿De acuerdo? - Lo separó un poco de él y le agarró con fuerza de los hombros para transmitirle su arrolladora seguridad en sí mismo.
- De acuerdo, Gellert - asintió, mostrándole una débil sonrisa.
- ¿Ves eso, lyubimiyat mi sŭprug? - Preguntó con alegría, diciéndole "mi amado esposo" en búlgaro, señalando el sol que entraba por la ventana. - Es un nuevo día y el primero para nosotros como recién casados. Tenemos toda la vida por delante para arreglar nuestro desastroso pasado.

Aunque se había mostrado algo contrario a dejar la cama aquella mañana, Gellert salió de la cama y le ofreció una mano a Albus para obligarlo a salir también y que no se quedara allí, deprimido.

1. Animales Fantásticos: Carrusel de emocionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora