6. La proposición

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El mago búlgaro había pasado la noche sin dormir; paseando de arriba a abajo por su pequeña casita de Mayfair, desde que había recibido el mensaje de Albus de que no volvería a Londres hasta la mañana siguiente. Temía lo que había podido pasar en el enfrentamiento con su hermano y sobre todo temía que después de lo que había pasado a causa de su imprudencia, Albus se replanteara su relación.
El profesor llegó a casa ya bien entrada la mañana, a pesar de su cuidado en colgar perfectamente el abrigo del perchero, al contrario que él, que lo dejaba por cualquier lado, se podía notar unos profundos círculos oscuros alrededor de sus ojos. Era obvio que Gellert no había sido el único que no había dormido aquella noche.
Se quedaron mirándose un momento, el silencio de Dumbledore asustó al búlgaro; estaba seguro que le iba a decir que iban a separar sus caminos en aquel mismo momento. Sin embargo, Albus dio unos pasos indecisos hacia él y lo estrechó entre sus brazos, manteniéndose así rato largo.

- ¿Qué pasó, Albus? - Le preguntó Gellert, llevándolo lentamente hacia el sofá.

Con voz triste, el profesor le contó lo que había sucedido en el Cabeza de Puerco.

- Me sentía tan culpable por manipular sus recuerdos que preferí pasar la noche en mi despacho de Hogwarts - añadió, apoyando la cabeza en el hombro de Gellert.  - No sabía lo que hacer...
- Y... ¿ya lo sabes? - Preguntó el búlgaro, aun temiéndose lo peor.
- Por un momento, tuve pensamientos pesimistas - dijo Albus, totalmente agotado. - Pero me quedé dormido y... ¿recuerdas cuando nos conocimos?

Gellert sonrió y besó suavemente sus labios.

- Nunca olvidaré como me tiraste a aquella charca - dijo, riéndose sobre los labios de su amado.
- Era un riachuelo, no una charca - le corrigió Albus, también riendo. - Y recuerdo que nos caímos por culpa tuya.

Ambos rieron por aquel divertido recuerdo del pasado y unieron las manos.

- Entonces... ¿soñaste con el día que nos conocimos? - Preguntó Gellert, aunque parecía más que obvio. Albus asintió.
- Eso me hizo recordar que me enamoré de ti desde el momento que te sentaste a mi lado con ese descaro...
- En eso te gané, mi muy querido Albus - sonrió Gellert, sacando su espíritu competitivo. - Yo me enamoré de ti cuando vi tus preciosos e impresionantes ojos azules cuando miraba desde la ventana de mi habitación en casa de Bathilda.

Se quedaron un rato en silencio, recostados en el sofá, relajados; recordando aquellos buenos momentos del pasado.

- ¿Qué vamos a hacer ahora, Albus? - Quiso saber Gellert, rompiendo el silencio.
- No lo sé... - el profesor suspiró, sin levantar la cabeza del hombro de su amante. - Cuando empezamos de nuevo está relación sabíamos que íbamos a pasar momentos difíciles, aunque no esperaba que fuera tan pronto.
- Sinceramente, yo tampoco - admitió Gellert, pasándole un brazo por los hombros.
- Para empezar, después de lo que ha pasado, no podemos regresar a Hogsmeade en mucho tiempo - añadió el profesor, compungido. - Porque me daría demasiada vergüenza mirar a mi hermano a la cara.

Gellert bajó la mirada, sintiéndose culpable de la tristeza de Albus; por su imprudencia en el Cabeza de Puerco, había provocado otra disputa en la familia Dumbledore. Fue a decir algo, pero el profesor, que se había dado cuenta, le puso una mano sobre los labios.

- Ni se te ocurra decir lo que estás pensando - le advirtió entre amable y severo. - Yo también prefiero que me beses con tu apariencia real y dejé que lo hicieras en la taberna. Además, aunque me diga que manipule la mente de Aberforth para protegeros a ambos y protegerme a mí mismo, no fue más que cobardía y en algún momento tendré que enfrentarme a ello.
- Aff... mi imprudencia va a acabar haciendo que me mandes a la mierda - masculló Grindelwald, enfadado consigo mismo. - Tú siempre cargas con todos los problemas por protegerme y parece que te saboteo.

1. Animales Fantásticos: Carrusel de emocionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora