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Caí en la seguridad que ella me daba, me había acostumbrado que ella esperara por mí, y yo estaba tan ocupado en lo mío que la dejé en segundo plano.
Una, dos, tres veces. Ya perdí la cuenta, pero definitivamente ese día había sido mi peor falta a nuestra confianza.

Tarde.

'Cha de la lora.

"Pará boluda, estoy yendo, te juro que estoy yendo, boluda".

Reproduje ese audio una y otra vez, sentado en el piso de mi cuarto, con la espalda y la nuca apoyada en el colchón de la cama.
Recordando cómo es que había terminado tan drogado esa tarde de domingo, cuando ella me estaba esperando en casa, dispuesta finalmente a aceptar mi invitación y volver.
Transitamos unas semanas bastante movidas, ella había aceptado volver a vernos, e intentarlo de nuevo. Fue entonces cuando esa motivación volvió y me incentivó a continuar grabando, a seguir moviéndome por la ciudad. Se notaba en su mirada, en sus besos, y en todas esas noches en vela que nos la pasamos desnudando el cuerpo del otro que el amor no se había perdido.

Esa tarde me había avisado mediante un mensaje que estaba ahí, en casa. Que estaba dispuesta a empezar de cero y olvidar todos los errores que cometimos.
Había notado el crecimiento de la inteligencia emocional que empleaba para poder llevar de mejor manera el vínculo, y no solo eso, sino la madurez que mi alma emprendedora dejaba ver. Siempre queriendo avanzar, progresar, adelantarme.

Ilógico, porque llegué tarde.

Recuerdo lo entusiasmado que estaba ese día, en lo único que pensaba era terminar de grabar cuando me crucé Yesan. Charlamos un toque y dimos algunas vueltas hasta llegar al estudio, donde la felicidad y ansias me hicieron soltar unos flows que pegaban justo con las letras escritas. Pensar en mi regreso a casa con ella me la había subido de sobremanera y eso se notaba en mi voz.
El humo en el cuarto de grabación nublaba un poco mi vista, mis ojos achinados con una sonrisa de oreja a oreja demostraban lo bien que me sentía, y todos ahí lo notaron. El primer tema del álbum al que podía meterle todo eso que quería transmitir, obviamente no podía irme sin terminarlo.
Cuando la maqueta sonó lo suficientemente bien, me despedí de aquellos que me acompañaban y salí de camino a casa. Noté lo oscuro de la noche, y maldije para mis adentros por haber notado recién lo tarde que se había hecho.

"que sí, me encontré con uno en el centro y ya sabes, ma'"

Se escuchaba mi risa en el audio, me había tomado con humor esta falta de responsabilidad, y de respeto a su tiempo estando volado.
Camila me estaba esperando en casa con la comida preparada hace ya más de dos horas, me había mandado varios mensajes y no había contestado por estar grabando. En el momento no le había dado importancia, sin embargo, hoy, cuando me hace tanta falta en lo vacío, oscuro y frío de mi habitación, todo ese peso y culpa caía sobre mis hombros.

"Yo también te quiero ver, boluda. Estoy yendo, o sea, ya estoy llegando. Alcancé con los bepi', grabando un palo para el álbum."

Lo escuché una y otra vez esa mañana, no había ni desayunado ni almorzado. Me había quedado tirado en el piso, replanteándome una y otra vez cómo resolver esto.

"Sí, ya sé que te dije que íbamo' a cenar, que íbamo' a estar junto', pero no pudo ser, ma'"

Decidí no demorar más, y así como estaba me abrigué rápidamente para ir a buscarla. Esto había sucedido ayer, pero no podía darme más el lujo de perder el tiempo.
Ella no había contestado mis mensajes, cuando había llegado a casa tan solo tenía una nota que decía que volvía a dormir a su casa. Que no la buscara.

Llegué a su casa, e insistentemente golpeé la puerta luego de tocar el timbre. Nadie atendía, me desesperaba tener que esperar.
Al cabo de unos minutos de no recibir respuesta me senté en primer escalón de la entrada, y golpeé frustrado la parte posterior de mi cabeza contra la puerta, cerrando mis ojos al suspirar fuertemente.

—¿Qué haces acá?

Abrí mis ojos rápidamente, dejando de golpear la puerta con mi cabeza para mirarla a ella, parada en frente mío con bolsas de compras en ambas manos. Me puse de pie, y la miré fijamente, algo desconcertado pero perdido en aquellos ojos café.

—Me cansé de llegar tarde, ya no quiero hacerte esperar más. Quiero poder estar con vos, perderme con vos sin culpa de lo que otros puedan venir a llorarte. — Ella me miro callada, y me apartó para poder abrir la puerta de su casa, así en silencio entrar y hacerse a un lado para dejarme pasar. Cerró la puerta detrás de mí, dejó las bolsas en la mesa, puso la pava y giró a mirarme, cruzándose de brazos y apoyando su cuerpo contra la mesada.

Me acerqué a ella aún en silencio, se notaba el arrepentimiento en mi cara, pero en la de ella se notaba que no quería ceder.

—Estoy enamorado de vos.— Caminé hacia ella y lleve ambas manos a tomarla del rostro, alzándolo un poco para mirarla y obligarla a ella a mirarme fijamente.— Tenés un sabor que no hay en otro lugar, y esto solo tienta a matarme. Y sé que no puedo elegir entre vos y mi trabajo, pero últimamente me está consumiendo. Yo quiero pasar todo mi tiempo con vos, pero no soy solo yo en esto.

Ella se mantenía callada, observando mis labios y ojos con atención a todo lo que mencionaba, como si buscara guardar cada detalle para ella.

—Por eso no encuentro otra opción que buscarte cada vez, somos de los que odian mentir pa' acostarse, ma. Por eso estoy acá de nuevo.— Acaricié su piel suavemente y me acerqué más a su boca, perdiendo mi mirada en los carnosos labios teñidos de un color rosado. Ella deshizo el nudo en sus brazos, y los colocó en mi espalda, acercándome a sí.
Cerré mis ojos, pegando mi frente a la suya antes de  ladear un poco mi cabeza así llegar a besar su boca, llenándome de aquel dulce sentimiento que producía esta cercanía entre nosotros.
No podía terminarse.
Sus manos subieron a mi nuca para intensificar el encuentro, y las mías descendieron a tomarla con firmeza de la cintura, no quería separarme de ella pero fue la morocha quien tomó distancia al cabo de unos largos segundos. Me miró fijamente, mientras sus ojos brillaban al igual que sus labios entreabiertos, aquellos que evidenciaban la humedad de aquel beso, y subió una mano a mi mejilla, para acariciar suavemente mi pómulo con su pulgar.

—Te amo, Ale. Pero realmente no sé si pueda más.

—No me digas esto, gorda.— Negué con la cabeza, adoptando un gesto suplicante, podría verme como un chico caprichoso pero no iba a aceptar que esto fuera todo. — Démonos una oportunidad más. —Ella presionó sus labios entre sí, y negó ligeramente, sin tomar distancia, aún acariciando mi rostro, como si fuera algún tipo de consuelo.— No puedo dejar de pensarte, ma. No sabes lo mucho que pienso en tu cuerpo cada vez que vuelvo incompleto a acostarme.

Descendí mi mirada hacia el pecho de la más baja, llevando mis manos a afirmarse mejor en sus caderas cuando quise pegarla más a mí. Ella mordió su labio inferior suavemente, y extendió su mano a apagar la hornalla cuando la pava empezó a silbar.
Relamió sus cerezos, y fue ella la que rompió con la distancia entre nosotros para crear un nuevo encuentro entre nuestras bocas. Sedientas, extasiadas, que únicamente querían más del otro.
Bajé suavemente mis manos a su culo, apretándolo antes de tomarla de los muslos y alzarla al mármol de la mesada, para posteriormente entrometerme entre sus piernas sin separarme un solo segundo de sus labios.
Sus manos se hicieron en mi pelo, desordenándolo mientras que me presionaba más contra ella, haciéndola soltar algún que otro jadeo, rompiendo por cortos segundos aquel beso.
Apenas tomé distancia, luego de haber desabotonado el botón de su jean para mirarla fijamente. Alcé mi mano derecha a su cuello, y la tomé con firmeza, obligándola a mirarme una vez más.

—Vámonos.— Noté la confusión en su rostro ante la idea que pronto llegó a mi mente, y lo repetí una vez más.— Vámonos, lejos. Nosotros solos. Vámonos hoy.— Su ceño fruncido continuo hasta que me acerqué hasta su boca una vez más.— Vos sos todo lo que quiero.— Murmuré por lo bajo, y tras unos segundos observando mis labios, asintió, volviendo a unirse a estos para aumentar en pocos segundos el calor en aquella habitación; y en nuestros cuerpos, los cuales no tardaron en complementarse como tantas veces anteriores.

Mordiendo el bozal x YSY A Donde viven las historias. Descúbrelo ahora