The Sweetest Thing | Sakura y Shaoran |

Capítulo 18

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#18
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Mierda.

Takayama sabe.

Takayama sabe y me hará pedazos.

Desde un inicio, lo presentí, algo me decía que tendría problemas con la practicante. Parecía inofensiva con aquellos ojitos de venado, pero ya me ha acusado a Takayama dos veces y encima me ha puesto en ridículo con él. ¿Cómo que la oficina es una cárcel? ¡¿En qué cabeza cabe tal afirmación?!

Estoy furioso, sino fuera porque Mei-Ling le hace conversación y se está ocupando de ella, ya estaría dirigiéndome a galope tendido hacia el parque de Shibuya para correr o jugar básquet. Tengo que analizar qué le diré mañana a mi jefe.

—¿Qué pedirán, señores? —pregunta el mesero de la pequeña cafetería del primer piso.

—Yo quiero un cappuccino con crema extra. —Se apresura la castaña.

—Un jugo de naranja —responde Mei.

—¿Y usted?

—Vino. —El mozo me queda mirando, ¿qué? Necesito alcohol.

Anota en su libreta y se retira.

—Y bueno, cuéntame, ¿también eres alumna de mi tío?

—Llevé algunos cursos con él en la universidad.

—¿Verdad que es inteligentísimo? En Hong Kong construyó nuestra casa en Victoria's Peek. Una maravilla, ¿quieres ver las fotos?

Busca en su celular y le enseña su galería. Cierro los ojos y trato de recordar cómo era su mansión. Más que ello, recuerdo la serie de eventos que ahí se realizaban. No voy desde hace doce o trece años y es mejor. Me trae malos recuerdos. Prefiero Londres y su inhóspito invierno. En cambio, mis hermanas adoran ir de visita porque aprovechan la fantástica vista de la piscina hacia la ciudad y el puerto para tomarse fotos y relajarse. La tía Hitomi es una excelente anfitriona y como esposa de un Li, es la encargada de todas las recepciones y fiestas de negocios que conlleva ser parte del Clan.

—¡Es increíble! ¡Es muy similar a un templo griego con aquellas grandes columnas de mármol! —expresa la niña con una gran sonrisa. Parece un emoji.

—¿Verdad que sí? Él siempre dice que la historia traída al presente puede dar frutos interesantes.

—Sólo hay que tener tino para saber manipular todo el contenido histórico y estético de las culturas antiguas sin caer en lo absurdo —me escucho decir de pronto y me lanzo una cachetada mental. ¡Yo y mi maldito gusto por la historia!

—Es válido, no todos pueden comprender la teoría arquitectónica detrás de los edificios —acota la neófita como si supiera del tema. Me exaspera.

—Sí sabes qué leer y a quiénes leer, seguro que sí. —Le planto la mirada y veo que se intimida. ¿Qué espera? ¿Qué no haya consecuencias por acusarme a Takayama? Es la segunda vez que lo hace y esto debe tener un límite.

Mei-Ling se da cuenta y prefiere seguir divagando sobre el clima subtropical y agradable de Hong Kong. La castaña vuelca su atención nuevamente a ella y en un punto de la conversación se sonroja. ¿Qué le gusta andar con patines durante la primavera? ¿Qué edad tiene? ¿Doce?

Recibo mi copa de vino tinto y saboreo por fin una bebida que exhorta a mis sentidos. La niña sigue ruborizada, noto que tiene pequeñas pecas por sus pómulos y se le ve incómoda. No me sorprende... La naturaleza de Mei-Ling siempre ha sido querer saber hasta los secretos más recónditos del mundo.