|Sᴇᴠᴇɴᴛʜ Cᴏɴᴛᴀᴄᴛ|

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Paso el dorso de su mano por su nariz, incorporándose del suelo ante el sonido de la ropa siendo arrastrada que llamo la atención

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Paso el dorso de su mano por su nariz, incorporándose del suelo ante el sonido de la ropa siendo arrastrada que llamo la atención. Sus dedos mantenían un firme agarre sobre la cabellera de uno de los tantos tipos que se abalanzaron sobre su cuerpo, el cual escondía varios moretones bajo la ropa, aun así la adrenalina seguía presente, por lo que el dolor tomaría lugar luego.
Con fuerza y algo de lentitud, dirigía sus pasos hacia la montaña de cuerpos inconscientes, algunos lloriqueaban tomándose las extremidades mientras que otros agachaban sus cabezas como cachorros regañados.

Mai rodo los ojos, dejando caer sin pudor la cabeza que sostenía por aquellas hebras mezcladas con sangre y tierra. Sonríe levemente al notar el ligero rebote de esta contra el suelo, pero no tenia tiempo para sentarse y observar como seguiría después de eso. Alzo su mirada y miro su alrededor, el galpón había sido "limpiado" en su mayoría por ambos, siendo el supuesto líder de los principiantes el ultimo en quedar de pie; el albino decidió dejar aquello en manos del trenzado puesto que parecía que ambos tenían una historia detrás que no le correspondía saber.
Sus orbes marrones se agrandaron al recordar el cuerpo inerte, girando hacia los lados con la intención de encontrarlo, aunque fue fácil debido a que era el único que no portaba aquel desgastado uniforme.

Cojeando se acerco, ignorando la violenta conversación de ambos individuos a una considerable distancia de su posición, y se arrodillo, utilizando ambas manos para dar vuelta el cadáver y poder ver su rostro con precisión. Solo que Katsumata deseo no hacerlo. Incluso si fuera la primera vez que un compañero caía.

La respiración se atoro en su garganta, las manos que sostenían aquellos hombros comenzaron a temblar hasta volverse puños y sus ojos temblaron, cristalizándose ante la imagen desastrosa. Mordió su labio inferior con fuerza, callando cualquier sonido que quisiera escapar de ellos, y desvió la mirada, cerrando los fríos parpados lentamente.
Odiaba llorar. Odiaba que las emociones fueran demasiado fuertes como para que pudiera controlarlas. Pero sobre todo, odiaba lo vulnerable que llegaba a ser, perdiéndose en el dolor de una perdida más que en el dolor físico.
Odiaba simplemente a las personas que atentaban con la vida de los miembros de su pandilla y escapaban de ello.

Paso su brazo por sus ojos, limpiando con brusquedad las lagrimas y se levanto con un leve tambaleo. Su mirada choco contra la violácea de su compañero, pero no duro mucho debido a la interrupción de una cuarta presencia en aquel matadero.
Katsumata se preguntaba si las desgracias seguirían aumentando al pensar que el bastardo había llamado refuerzos, grande y grata fue su sorpresa al descubrir que sus suposiciones eran erróneas.

— Vaya, ustedes si saben divertirse, ¿Eh? —aquella cicatriz, el primer rasgo que le permitió suspirar con alivio— Aun queda uno

— Mi juguete acaba de entrar en un largo sueño —Mai sonrió, negando lentamente ante la burla, acercándose a su propio ritmo a la puerta— Regresemos sin preocupaciones, chicos

El albino detuvo su paso delante del ojirojo, detallándolo con la mirada de manera fugaz; él también hacia lo mismo con su persona, notando un cambio en su apariencia. El mayor de ambos poso su mano en su hombro, apretándolo amistosamente con una sutil sonrisa.

— Hitto idiota, ¿Te dejaste capturar por esta otra bola de idiotas?

— No exactamente —el ojimarron suspiro, pasando por su lado

— Historia para otro día, supongo —suspiro con pesadez, frunciendo el ceño ante la molestia repentina en su cuerpo— Necesito una ducha

Susurro con cansancio, inclinándose para tomar las prendas que deliberadamente lanzo por ahí antes de que todo empezara. Se regaño en su interior por ser tan descuidado, dándole un rápido sacudón a su abrigo antes de colocárselo, guardando los guantes en los bolsillos de este; cuando estuvieran de vuelta los lavaría hasta el olvido.

Miro furtivamente sobre su hombro al par que tenia detrás, asegurándose que no se estancaran a medio camino, y continuo, manteniéndose alerta por si aun quedaba alguno por los alrededores para tenderles una trampa. Años metido en las mismas cosas turbias le habían dejado experiencias que almacenaba en su consciencia para ciertos casos, así como también pasaba con los errores; Katsumata era de aquellos que creían que se aprendía algo de ellos como enseñanza para no repetirlo en un futuro.

Detuvo su inspección en un vehículo que con anterioridad no se encontraba allí —con Ran habían tomado la decisión de que seria mejor caminar hacia el edificio—, chiflo y miro hacia atrás, señalando el auto con su dedo indice.

— ¿La robaste? —Kakucho arqueo sus cejas y se cruzo de brazos, pareciendo fuertemente indignado ante lo dicho por el mayor— Es decir... tu me entiendes

— ¿Que importa? —el pelinegro hizo un vago ademan con su mano, pasándolo de largo para abrir la puerta del piloto con normalidad

— Tomare eso como un si... —sus pies hicieron el amague de seguirlo, notando en un segundo que su cuerpo fue alzado del suelo al estilo nupcial. Miro con reproche al causante, posando sus manos en sus hombros por inercia ante la posibilidad de caer— ¡¿Que crees que estas haciendo?!

— Te ayudo a caminar —Ran sonrió con obviedad, quitando sus ojos del rostro magullado del contrario para fijarlo en el tramo hasta el auto— Te he visto cojear como si te doliera el trasero, luego me agradeces, bebé

— ¿Como puedes hacer esto cuando estas igual o peor que yo? —entorno sus ojos confundido, bajando la mirada— Apuesto que te tiemblan las piernas y los brazos y que sientes que podrías desmayarte en cualquier momento...

— ¿Sabes, querido Mai?, he confirmado una cosa —elevo su rostro para verlo, apoyando su mejilla en su hombro mientras deslizaba sus manos hacia su regazo— Eres incluso mejor que Madarame en esto, él hubiese caído inconsciente ante el primer derechazo —el ojivioleta sonrió, guiñándole un ojo— Tu supiste manejarlo bien

Katsumata sonrió leve, poniendo los ojos en blanco divertidamente.

Su cuerpo se deslizo con gusto en el asiento trasero, acomodándose de tal manera que acabo acostado con la vista fija en el techo. Estaba adolorido y hecho un desastre, pero aquello no le impidió cerrar sus ojos con cansancio, anhelando el aroma natural de sus sabanas, la comodidad de la gran cama matrimonial en su habitación. Incluso deseaba dormir en compañía, lo que solo permitía si se trataba de un revolcón de una noche.

Suspiro profundo y sintió dolor en distintas zonas de su anatomía, pero también como su músculos se relajaban.
Aquella había sido una victoria para su pandilla.
Una victoria para uno de los lideres de Roppongi y un simple adolescente que lo acompañaba.
Una victoria para el segundo y cuarto asiento de Rokuhara Tandai.
Y una victoria para dos locos amantes sin titulo fijo.

Solo nos queda regresar.

Solo nos queda regresar

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𝑩𝒐𝒚𝒇𝒓𝒊𝒆𝒏𝒅 ʰᵃⁱᵗᵃⁿⁱ ʳᵃⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora