|Tᴡᴇʟғᴛʜ Cᴏɴᴛᴀᴄᴛ|

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— Rindou, cambiemos lugares —Mai tomo el brazo del rubio de mechas celestes, llamando su atención— Rápido

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— Rindou, cambiemos lugares —Mai tomo el brazo del rubio de mechas celestes, llamando su atención— Rápido

— De acuerdo, de acuerdo

Katsumata se hizo a un lado para que el adolescente de anteojos pudiera pasar sin problemas, tomando su puesto con la mirada fija en los sujetos que estaban a la defensiva, esperando el momento en el que el trio abandonara el auto para atacarlos a la vez.

Como si aquello fuera a suceder.

El albino sonrió ampliamente, acomodándose en el asiento del conductor mientras preparaba sus manos sobre el volante y sus pies en el acelerador.
Seria la primera vez que atropellaría a alguien, pero no se preocupaba, esperaba que tuvieran algo de cerebro para dejar el camino libre a tiempo. De lo contrario, serian aplastados.

— Abróchense los cinturones —soltó en dirección de los hermanos, colocándose el propio al hablar

— ¿Vas a conducir? —el albino rio, girando su cabeza para ver directamente a Ran, su expresión decía absolutamente todo, pero aun así acataba las ordenes— Los mataras

— Eso depende —se encogió de hombros y giro la llave, haciendo rugir el motor al presionar su pie en el pedal a modo de advertencia para los demás— Cinturones, muchachos. Y... —relamió sus labios, moviendo la palanca de cambio— Vámonos

El vehículo salio disparado ni bien termino la oración, pintando una gran sonrisa en su rostro al obtener rostros pálidos por el pánico y gritos llenos de insultos debido a sus descuidadas acciones.
Algunos cuerpos rodaron hacia los lados con desesperación al notar que el auto continuaba con su curso sin tener intenciones de rodearlos.

Katsumata se acercaba hasta el punto de rozarlos, demostrando que estaba dispuesto a pasarlos por encima si se atrevían a seguir con la provocación.
Vamos, el tipo era un completo aficionado del asesinato a mano propia. Aunque hubieran pasado largos años desde la ultima vez, sus métodos variaban cada vez más esperando ser utilizados para dejar su marca junto a la amenaza.
Una mancha más al tigre no cambiaba las cosas.

La adrenalina recorrió su cuerpo, el sonido de las ruedas derrapando, la humareda cubriendo los rostros contrarios, el balanceo del vehículo al girar zaparrastrosamente en U.
Recordaba el porque amaba tanto conducir. Rio en un alto volumen, orbes violetas siendo testigo de la fuente de su diversión.

— Oh, oh —el Haitani mayor miro hacia atrás, apoyando su brazo en el asiento— Las perras tienen agallas, ¿No lo creen?

Canturreó cínicamente, moviendo sus dedos al saludar a los hombres de detrás del cristal con una sonrisa de suficiencia.
Los dedos de Mai se aferraron al volante, girándolo bruscamente, comenzando a dar vueltas y vueltas en un mismo lugar, aumentando la velocidad mientras procuraba que sus "pasajeros" se encontraran bien afirmados en sus lugares.

Desperdiciaba tiempo jugando con los ratones, pero se negaba a tragárselos si no tenia la información completa.
Muchas preguntas se acumulaban, exigiendo una respuesta inmediata que estaba lejos de conocer. Aun así, tenia trazado en la piel la determinación de destruir desde la raíz cualquier enfermedad o peste que se atreviera a derrumbar las piedras de su imperio soñado. Del imperio que sin esfuerzo alguno lo recluto.
Rokuhara Tandai era más que un conjunto de jóvenes exageradamente fuertes y violentos con capacidades que sobrepasaban a sus rivales. Siendo el cuarto asiento, podía gritarlo con la arrogancia cargada de veneno listo para expandirse.

¿Emboscada?.
Aquello se asemejaba al reconocido juego de las escondidas. Eran unos críos debiluchos que recién comenzaban a caminar sobre el mundo en el que nació, optando por la mala decisión de eliminar el único reino que deberían de ignorar; el suyo.
Sus ojos marrones brillaban, la mezcla de emociones apabullando el iris una y otra vez mediante luces parpadeantes.

— ¿Emboscada? —susurro para si mismo, entre dientes, su ceño frunciéndose— He pasado doce años de mi vida apuñalando por la espalda a las personas que confiaban en mi... —freno, moviendo con brusquedad la palanca de cambio, el circulo de polvo a su alrededor brindándoles un camuflaje temporal— No me toquen las pelotas, bastardos, aun les falta mancharse las manos

Tal como al inicio, el albino acelero, desvaneciéndose con la velocidad mostrándose furiosa en aquella aguja que se movía sin parar. El único rastro que dejaron atrás fue la tierra volando por el aire y las marcas de las gomas en el asfalto de un quemado color negro.
El escape de la mano del joven de indiferente semblante había sido un éxito, no seria necesario el ataúd. Los tres se encontraban en perfectas condiciones.

Su postura se relajo, chocando su espalda contra el asiento mientras un largo suspiro abandonaba sus labios. Las energías se le agotaban menos cuando levantaba los puños, pero sin su destacado uniforme, Mai no peleaba; le gustaba presumir la pandilla por la que vendería su alma al mismísimo diablo. Ademas de que las presentaciones que le hacían con solo verlo llegar aumentaba su estado de animo.
Sonrió de lado, desviándose del camino para estacionar con cuidado, concentrándose en no infringir daño alguno a su calmado alrededor. Ciertamente, irónico y contradictorio.

Tomo las llaves entre sus dedos, girándolas con alegría. Su visión recorrió la anatomía y expresión de ambos hermanos, verificando que estaban muy bien.
Cada cabello en su lugar.

— Fin del espectáculo —soltó con un ligero tinte divertido en la voz— Háganme saber si están heridos, me hare responsable

Aquello capto la atención de dicho bicolor, quien cruzo sus largas piernas, posando su mano en la rodilla ajena, inclinándose hacia delante con interés notable en la dilatación de sus pupilas.
Rindou negó levemente, cruzando sus brazos y alejándose hacia la puerta. No quería presenciar una posible repetición de lo de esa mañana. Simplemente no.

— Responsable, ¿Eh? —el mayor ladeo su cabeza, deslizando sus dedos por la prenda de su amante hacia arriba con lentitud— ¿Sabes que ese pantalón que traes te hace ver bien caliente y pienso quitártelo con la boca?

Katsumata balbuceo, lo había tomado desprevenido.
¿Y a que venia esa sonrisa malditamente angelical?.

— Hermano, aun sigo aquí

— Oh, Rindou cariño, lo siento —rio suavemente el bicolor, guiñándole disimuladamente un ojo al albino

Ah... este tipo.

 este tipo

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𝑩𝒐𝒚𝒇𝒓𝒊𝒆𝒏𝒅 ʰᵃⁱᵗᵃⁿⁱ ʳᵃⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora