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— ¿Te encuentras bien? —sus manos tomaron los brazos ajenos, ayudándolo a incorporarse— Rindou
— Estoy bien, estoy bien
Mai suspiro, el caos a su alrededor se desataba sin tener un botón capaz de detener las masacres. Aquello había dejado de ser un enfrentamiento amistoso cuando el primer cadáver cayo de las manos de South. Su líder estaba aplicando la ley de ojo por ojo, diente por diente.
El albino admitía que la vista era preciosa, pero las cosas se habían salido de control y salir de allí no era una opción. Al menos no estando vivo. Su imponente representante se mostraba reacio a huir, gritando palabras cargadas de emoción cuando mandaba a volar a los pobres corderitos de un solo golpe. Tenían la ventaja, con la cabecilla derrotada la moral de la pandilla enemiga había caído hasta el subsuelo, motivo suficiente para que se rindieran y se volvieran parte del Rokuhara. Desgraciadamente, Terano se encontraba bastante encendido, entreteniéndose con aquellos que ni siquiera mostraban signos de querer defenderse.
Katsumata comprendió que no podría hacer nada por ellos, ignorándolos con el único objetivo de tomar lo que le pertenecía para ver el sol una vez más. La mala suerte se le planto a los pies y la decepción lo llevo a masajear sus sienes, olvidándose por un segundo de su posición al regañar a un sujeto desconocido por no poder tratar con alguien tan inútil como lo era Madarame. El rubio continuaba en pie, manteniendo esa sonrisa egocéntrica en la cara. Oh, cuanto deseo no ser visto por él en ese momento.
Un grito de dolor capto la atención de todo aquel se hallara consciente, guiando sus ojos hacia donde dedujeron que provenía. Una victima más.
— Las extremidades de ese tipo si que sonaron —el albino miro neutralmente a sus compañeros, rodando los ojos antes de seguir con su camino
— Encontraremos a los demás y nos iremos de este cementerio
— Olvídate de los demás, carajo
Mai hizo oído sordos a las palabras de Shion, apresurando sus pasos sin importarle a quien pisaba.
Podía oír los murmullos de sus compañeros, pero reprenderlos y ordenarles que se callaran no era su prioridad, aunque sus manos picaran con las ganas de querer estrangularlos. Se encontraba alterado, no podían juzgarlo, él solo cumplía ordenes a regañadientes, escabulléndose en la oscuridad con pesadez cuando su trabajo estuvo hecho. Quería hacerlo a la perfección y sin errores para que aquella sonrisa de satisfacción se le fuera otorgada con un permiso pintado en ella que dictaba que podría regresar mediante saltitos alegres a su querido hogar.
No comprendía cuanto más debía seguir esperando, pero tampoco se quedaría a averiguarlo. Cada uno de ellos fue atacado en distintas zonas, alejados unos de otros, sus oponentes eran inteligentes —o al menos, hicieron una buena conexión de neuronas por obra de la suerte al planear ese movimiento—. Mai no lo sabia, el tiempo valía oro para él y si analizar el inicio de todo era perderlo, prefería un lugar cómodo primero.
— Oh, mira esto, Kakucho —el albino detuvo su paso abruptamente, girándose— Mi adorable novio mantiene a salvo a mi polluelo. Oi, Rindou aléjate de esa cosa, puede pegarte las pulgas
Un suspiro profundo abandono sus labios. El alivio recorriendo el interior de su cuerpo y haciendo que sus extremidades tiemblen. Su rostro estaba magullado, la sangre seca lo adornaba en mayoría, los moretones probablemente aparecerían luego en donde ahora se veían marcas rojizas. Era un perfecto demonio en mal estado, su respiración era levemente errónea y podía mantenerse en pie mientras sostenía con firmeza el cuerpo mal herido de Hitto.
Katsumata paso una mano por su cabello y se acerco, pasando el brazo del menor sobre sus hombros.
— Salgamos de aquí
Orbes violeta chocaron contra los marrones, ambos dilatándose al conectarse con el otro. Una dulce sonrisa curvo sus labios y finalmente avanzaron hacia un seguro escape.
Rokuhara Tandai, sus puestos en esa pandilla, South, nada importaba en aquel instante, pero para Katsumata Mai, era un buen final.
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