02. Equipo.

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Cuando tenía 17 años el olor a mandarinas de ese pequeño pelirrojo lo cautivó por completo, ese malestar se aumentó durante su partido, encontrar a alguien que amará el voleibol tanto como él fue refrescante

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Cuando tenía 17 años el olor a mandarinas de ese pequeño pelirrojo lo cautivó por completo, ese malestar se aumentó durante su partido, encontrar a alguien que amará el voleibol tanto como él fue refrescante.

«Algún día colocaré el balón para ti.»

¿¡En qué estaba pensando!?

¡Hormonas de mierda!

Atsumu creyó en ese tiempo que encontró a su alma gemela, para su mala suerte la pequeña mandarina no estaba disponible, Shoyo estaba con Kageyama y eso el pelinegro se lo dejó muy en claro con su asqueroso olor a agua de mar. Así que ni siquiera lo intentó, un año después, lo volvió a ver, ese malestar seguía, quería cortejarlo, olerlo de cerca, más no lo logró y una tristeza inexplicable lo invadió.

Fue cuando encontró esos cautivadores ojos verdes, ese olor a limón, a cítrico. Tal vez eso era, el aroma cítrico lo cautivaba. Quizá nunca estuvo enamorado de Shoyo, solo fue algo pasajero, Atsumu se lo repitió muchas veces en su cabeza.

Coqueteó un par de veces con ella y Saori le correspondía, esparciendo ese delicioso aroma a limón fresco. Se prometió conseguir su número si ganaba las nacionales y conseguía un buen equipo profesional. Y así lo hizo. Buscó al idiota de Sakusa cuando por fin podía ofrecerle algo a su hermana. Él no dudó en darle su número sin darle importancia, sin hacerle preguntas, y ella se convirtió en su mundo. La amó tanto, le dio dos pedazos de cielo, una parte de él y ella en otros seres vivos, le regaló la dicha de escuchar de la boca de sus dos hijos ese "papá", verlos crecer, dar su primer paso. Amó tanto a Saori que lloró hasta sentir que se iba a morir de amor, y ella se fue sin preguntarle cómo se sentía por la muerte de su princesa.

Lo dejó, pisoteó su corazón y su vida, y se fue con otro. Ni siquiera le importó su hijo. Él le rogó y se arrastró, humillándose por completo y quedándose sin dignidad. Atsumu comprendió que no resolvería nada llorando, que nadie se moría de amor, y que lo que tenía que hacer era pasar de página, por él y, sobre todo, por su hijo. Su pequeña Hanami seguramente hubiera querido que siguieran adelante, que fueran felices, que él siguiera dedicándole sus puntos en los partidos.

«Papi te amo, ya no llores. No estés triste.» Resonó la voz de su niña en su cabeza.

Nunca perdonaría a Saori por el daño que le hizo a Haru, a su hijo, a su todo.

Se prometió ser el mejor padre del mundo y eso significaba que el amor estaba completamente descartado de su vida.

—¡Cuánto tiempo Miya-san! —Shoyo le sonrió de oreja a oreja, sin soltar al perro por miedo a que se escapara.

Atsumu sonrió, había crecido un poco más, la última vez que lo vio fue en los olímpicos de París y no era un buen recuerdo para él.

—Si, bastante, Shoyo-kun. —Noto como su hijo lo miraba con insistencia, sabía que Haru era fan del voleibol de playa, debió imaginarse que era por aquél pelirrojo. —Muchas gracias por detener a Shushu. —Se puso de cuclillas y le coloco la correa de forma correcta al perro. — Llámame por mi nombre. —El pelirrojo asintió. El rubio noto que al igual que su hijo, Shoyo parecía curioso por el niño. —Él es Haru. —Presentó. —Es mi hijo.

My Sunshine. » AtsuHina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora