XIX: Magullado

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El luego de pronunciar eso se fue, dentro de un rato el volvió y se sentó de nuevo.
_Le agradecemos información, pregunte por sus ataduras pero ellos me dan negativo_.
Lo vi y me alegre de que al menos se preocupara por eso y de la ración de comida _no hay problema, entiendo las ordenes de los superiores_ respondí.
El me sonrió _¿frío usted?_.
Lo vi mas relajado _bastante la verdad_ el se rio un poco luego de decir eso.
Me paso un acolchado de plumas blanco y me cubrió con el _espero sirva, de mi madre es_ pronunció el pelinegro.
Le agradecí los gestos y nos quedamos hablando de lo que podiamos entendernos, me contó que su madre ya era una mujer mayor y que tenía una pequeña hija de dos años, llamada Sarah, para también mostrarme una fotografía de ellas, junto con su esposa Beatrice.
También le conté mis temas, mi vieja, mi viejo, Rosa y mis difuntos amigos, fue en ese momento que comencé a llorar, pues no tenía a nadie más fuera de mi familia que no fuera Rosa, el me alcanzo su pañuelo y me dijo que me comprendía, algunos de sus amigos habían muerto, una frase que puedo destacar es _así cruda la guerra es, señor Hernández_. Cuanta razón, ¿verdad?.
Hablamos muchísimo hasta abarcar todos los temas, para entonces ya se había hecho de noche, entonces, ocurrió algo que no me imaginaba de lo inhumano que fue, más allá de la guerra.
Me taparon la boca y entre 4 me desataron completamente, me llevaron hacia afuera para que nadie escuche y me tiraron de cara al suelo. Comenzaron a golpearme sin ningun tipo de piedad, no podía hacer nada, intente pararme pero era inútil, la ráfaga brutal de golpes, patadas, escupitajos y hasta de puñaladas, si, me dejaron bastante mal herido, pensé que iba a morir, hasta que escuche disparos, nunca supe de donde venían, pero lo que se es que los golpes se detuvieron.

FrancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora