Capítulo 4.

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Ordenes son ordenes

Año 2002

Esteban

-Esto no esta bien -digo sosteniendo a la bebe recién nacida.

-No puede quedarse -sentencia Carlos antes de comenzar a caminar a la salida de la habitación donde nos hallamos.

-Pero debe haber otra manera, imagina por lo que pasara -intento razonar con el a medida que avanzamos.

-Ya te di una orden clara de que hacer Esteban -replicó ya en la entrada del castillo.

-Ya se pero ¿estas seguro de esto? Es de nuestra familia a pesar de todo, Carlos ella es...

-¡No voy a permitir esa deshonra en mi mandato! -Grita señalando a la bebé con una mirada hostil -. No voy a dejar que todo lo que cree se destruya por la estupidez de una mujer que fue lo suficientemente ingenua como para quedar embarazada de un miembro de esa asquerosa familia, deberías de agradecer que no las mate a las dos -amenaza dándome la espalda, para salir del todo del palacio.

Eso ultimo me dejo paralizado, ¿de verdad sería capaz de tal atrocidad? Creo que ni siquiera quiero averiguarlo. Corro detrás de el aún con esperanzas de no tener que hacer aquello

-Si quieres que esa niña viva -prosigue en el mismo tono amenazante cuando me percibió detrás de el -debes Sacarla de mi vista y de mi reino, ¿entendiste? -pregunta con un pie dentro del automóvil

-Si.

-¿Si que? -cuestiona arrogante.

-Si. Mi rey -contesto entre dientes.

Le dedica una última mirada de asco a la bebé y con eso subió completamente y se fue dejándome ahí en la fría calle de pie, totalmente estático en mi sitio pensando en que se supone que debía hacer. No tengo alternativa ¿o si? No. no tengo, y no permitiré que la asesinen es solo una bebé que no sabe y gracias a mi no sabrá lo repugnante que se a vuelto la monarquía en la que le tocó nacer. No pienso arruinar su niñez de semejante forma.

Volví mi vista al palacio una última vez antes de subir a mi auto informándole al chofer que iré sólo, aseguró a la bebé en mis piernas como puedo, y parto rumbo al Orfanato Católico de Griaze que fue el único buen orfanato que me permitió dejar a la criatura con tan poca anticipación y sin responder preguntas.

Al llegar me reciben dos puertas enormes al mejor estilo Victoriano de color dorado con la G de Griaze grabado en la parte mas alta, lo rodean arbusto tan altos y frondosos que le sirven de muros a la estructura de rocas que resguardan, que a primera impresión parece una hermosa iglesia antigua, con vidriales coloridos y flores que se extienden por todo el verde césped en el que veo correr a varios niños jugando y divirtiéndose como si fuera lo único importante en este mundo.

«Supongo que lo es para ellos»

-Parece un buen lugar -le digo a la bebé que me observa fijamente con sus pequeños ojos que tienen un color tan verde, tan hermoso que me hace pensar en esmeraldas -. Todo estará bien.

Inhaló y exhaló lentamente antes de comenzar a caminar a la entrada, de la que emerge una mujer de edad vestida de monja con una cálida sonrisa en su rostro calmando mis nervios un poco

-Principe Esteban, sea bienvenido a nuestras instalaciones -me recibe haciendo una exagerada reverencia cuando estoy frente a ella -. Soy la madre superiora Isabelle de las Mercedes es un honor para nosotros que nos permita hacernos cargo de un miembro de su familia

-Muchas gracias -respondo sin ánimos de escuchar sus halagos -. Mis únicas peticiones es que crezca con el nombre y apellido que se le dio en mi reino, además no puede ser adoptada bajo ninguna condición, además no debe saber nada acerca de su apellido, pueden informarle lo básico mas no la relación que tiene con ello. Vendré una vez al mes a ver como esta y a dejar lo necesario para que nada le falte a esta niña ¿de acuerdo? -establezco sin darle vueltas innecesarias al asunto

-Como ordene -acepta ella sin objeción alguna.

-Está de más recordarle que su estancia aquí debe ser confidencial, nadie debe saber quién es ni mucho menos la razón para que este aquí -Espeto serio - así que si usted llega a revelar dicha información será condenada por tracción a la corona, sabes lo que esto conlleva ¿O me equivoco?

-Si mi príncipe -Asiente temerosa

Le hago entrega de la niña preparado para irme. Giro sobre mis pies avanzado a mi auto nuevamente, pero cuando estoy a la mitad del camino toco mi bolsillo y regreso sobre mis pasos para tomar la mano de la bebe por última vez recordando la promesa que le hice a su madre antes de traerla aquí

-Prometo que cuando sea tu momento - hablo con un dolor que he estado ignorando desde el primer momento de la sentencia. Al momento de colocarle el collar que saqué de mi bolsillo, mi corazón se encoge con la inocente sonrisa de la niña -. Te traeré a donde perteneces. No te dejare morir Avalerí, te lo juro

Voldigoard (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora